"Señorita Georgina Acosta, tiene cuatro semanas de embarazo." Mi mundo se vino abajo en un instante. Todos mis planes, mis sueños... destruidos con una sola frase. Me acosté con un desconocido sin saber que era mi jefe, y ahora estoy atrapada. ¿Qué pensará la gente de una mujer que, apenas rompió con su novio, terminó en la cama de otro hombre por culpa del alcohol y el dolor?
Leer másPaso por una tienda y compro sushi, es una de las comidas favoritas de mi prometido, y para mí, un té frío. Es una de mis bebidas favoritas, pese al frío que hace en estos días de febrero. Salgo de la tienda con una sonrisa en mi rostro; al fin lo podré ver, después de una ardua semana ocupada. Tomo un taxi y me detengo en la entrada del edificio. Tengo la clave de la puerta de su casa, así que no tendré que molestarlo y de paso lo sorprenderé. Subo al ascensor, camino con calma por el corredor, con la bolsa de comida en mi mano hasta detenerme en su puerta y marco la clave 5555#
La puerta se abre y mi primera impresión es ver tacones de una mujer tirados y una botella de vino vacía sobre una mesa y dos copas, una de ellas tiene tinta de labial rojo. El lugar no es muy amplio, que digamos, cocina, sala y una habitación con el baño incluido. Mi cabeza late con un fuerte dolor y siento mi corazón latir frenéticamente, mis manos tiemblan y la ansiedad me consume. Dejo lo que traje en el piso, no encontré otro lugar donde dejarlo y, mientras camino un poco más, sobre un mueble, veo ropa interior y una camisa blanca manchada de labial tirada junto a sus pantalones finos y bóxer gris. Mis ojos se cristalizan y las lágrimas deslizan por mi rostro; esto no me estaba pasando a mí. Me detengo detrás de la puerta llenándome de valor y respiro profundo, limpiando mis lágrimas y levantando la cabeza con la poca dignidad que me quedaba. Agarre la manija para abrir, sabía que en el momento que lo hiciera iba a desplomarme. Dudo entre seguir o detenerme, las piernas no me funcionan, siento que mi propia bufanda me ahorca, pero debo terminar de destrozarme por completo con la cruda realidad. —¡Ay! Ángel, no eres un ángel... eres un maldito demonio— su risa ahogaba resonó en la habitación. —Para ti soy todo lo que quieras, pero para mi novia sigo siendo un ángel muy bueno— respondió con voz burlona. —Tu novia es una idiota, ¿quién en su sano juicio espera hasta matrimonio en estos tiempos?— respondió ella con gracia. —Es una linda puritana, pero no hablemos de ella ahora. Lo único importante eres tú— gimió con placer. El placer que nunca me había dado. —¡Ah malvada, eres increíble! Sigue, apriétame un poco más— La palmada en su trasero me hace temblar. No podía dejar de llorar, ese era el amor de mi vida, el hombre que juró esperarme y ahora entiendo el porqué. No le hacía falta el sexo y era muy compresivo porque tenía con quien jugar y darse placer, así hasta yo esperaría. Me iba a ir sin decir nada, pero no soporté y encendí la luz. —¡Mierda!— resonó con sorpresa y agitación. El muy sinvergüenza ni siquiera me escuchó abrir la puerta. —Georgina, ¿q-que haces aquí?— Sus ojos se abren con pánico mientras intenta cubrirse su desnudez. La mujer sonríe divertida sin mostrar los dientes y se cubre con las sabanas blancas. Yo lo miro con asco sin poder articular palabras. Finalmente me doy la vuelta, no pretendo seguir siendo el hazme reír de dos sinvergüenzas. Con mi corazón destrozado, humillada y recogiendo los pedazos que quedaban de mi dignidad. —Espera, Georgina, no esto no es lo que parece... — su voz estaba un tanto nerviosa y con la rabia que llevaba dentro no dude en voltear y pegarle una cachetada por impulso. Se acaricia la mejilla, mirándome enfurecido y sorprendido a su vez. —¿Qué demonios esto esto Angel? ¿Vas a decirme que no es lo que parece? Al menos ten la decencia de admitirlo frente a mi cara ¿tendrás las agallas de ocultarlo, sabiendo que te acabo de ver?— la voz me tiembla por lo quebrada que está, pero no voy a parar, voy a sacarlo todo. —¡Ah m****a! ¿Que esperabas? Soy un hombre no podía seguir esperándote tanto tiempo, agradece que por lo menos te acepte con tus "valores de mujer santa" ningún hombre te iba a soportar dos años como yo— dolió. Esta vez me mostró quien era realmente, yo estaba engañada. —Yo te amaba tanto. Me estaba sacrificando por nosotros, trabajando doble, ahorrando, soñando con que me veas en el altar, como yo soñé... ¿y tu?— suelto una carcajada con amargura rascando mi garganta. —Te reías de mí, mientras te acostabas con otra— La mujer que no conocía se acerca una camiseta de él y se muerde una uña mirándome con descaro, con la sonrisa de victoria plasmada en su rostro escondiéndose detrás de él, como si fuera su lugar seguro, cuando yo pensaba que era él mío. —Entiéndeme, no podía seguir así... soy un hombre necesitaba algo más... algo que no podías darme— —Estás justificándote, ¿de verdad me estás culpando a mí? ¡Esto es tu culpa, no la mía! ¿Sabes qué? se acabó— El anillo de compromiso que había en mi dedo lo dejo caer, ya ni siquiera podía mirarlo a la cara. —Georgina, piénsalo bien, esto no es... — —Se acabó, Ángel, nunca más te vuelvas a acercar a mí, ¡me das asco!— agarro la manija de la puerta para marcharme sin mirar atrás. Sabía que en el momento que saliera, iba a desplomarme. —¡Espero que no me llames arrepentida!, ¿me oyes?— escucho la mujer detrás de mí, decirle que me deje ir, que no valía la pena y la puerta siendo estrellada con dureza. Hace sólo unas horas, mi mundo era Perfecto y de la nada, todo lo que creí bueno resultó ser malo.Mi hijo Giorgio estaba en brazos de su madre. Amaba verlo sobre ella, amaba verla a ella. Mis padres lloraron al contemplar al bebé. Mi padre, con el corazón conmovido, le pidió disculpas a Georgina por sus modales fuera de lugar. Giorgio era un gordito precioso, con pequeñas manchas rojas en su carita. —Eres la mamá más bella del mundo— susurré antes de besar sus labios. Ella me miró con devoción, sus ojos reflejaban un amor absoluto. —Al fin es mío— murmuró, abrazando a nuestro hijo con ternura. Dos días después, nos dieron el alta y volvimos a casa. Los regalos inundaban cada rincón, al igual que los globos de bienvenida. Mis padres se esmeraron en decorar todo con amor y, al tener a Giorgio en sus brazos, no pudieron contener la emoción. Las fotos profesionales no faltaron. Liliana no dejaba de escribir y llamar, emocionada. Nuestro hijo era un bebé amado por todos. * Las noches fueron agotadoras el primer mes. Tanto Georgina como yo apenas dormíamos; nuestro pequeño pa
Al llegar a la empresa, una gran sorpresa nos esperaba. Leo y Liliana lo habían planeado todo. "Newly married." Sonreí con el corazón latiendo de emoción. En las paredes colgaban fotos de nuestra infancia, pero lo que más me sorprendió fueron aquellas que Leo me había tomado en secreto. Momentos robados en los que mi sonrisa le pertenecía solo a él. Y en el centro de todo, una imagen que me dejó sin aliento: nuestra primera ecografía. Un detalle que lo significaba todo. Mis antiguos compañeros nos rodearon, felicitándonos entre brindis. Yo alcé mi vaso de jugo, mientras ellos celebraban con champán. Fue un momento cálido, especial. Un momento único. Mi jefe era mi esposo. * Días después, Leo insistió en que asistiera a la boda de Ángel. No entendía su insistencia, pero terminé cediendo. Fuimos juntos y, apenas entramos, sentí todas las miradas sobre nosotros. Entre ellas, la de su madre, cuyo desprecio se hacía evidente. —Tu exsuegra está celosa de ti...— susurró Leo en mi o
No pudimos casarnos al día siguiente como yo quería; tuvimos que esperar dos días. Las llamadas a su teléfono eran constantes, y muchas veces lo veía enfurecerse por lo que le decían. —Son una balsa de inútiles— rugió, furioso. Me sentía culpable. Por mis caprichos, él estaba pasando un mal rato. —Ven aquí— su voz sonaba áspera, salvaje, como siempre que estaba estresado. Suspiró contra mi cuello, su aliento cálido provocándome cosquillas. —Lo siento... De verdad, te he retrasado demasiado— —No me importa, con tal de que seas mi esposa— Me besó varias veces, y me dejé llevar. Más tarde fuimos de compras. Mientras él esperaba sentado, me aseguré de que no viera el vestido. Justo cuando salía del vestidor, escuché a una mujer coquetearle descaradamente. —Déjame adivinar de qué país eres... ¿Ruso?— —Sí, soy ruso— —Siempre quise un hombre ruso... Sabes, yo no soy celosa. ¿Me das tu número?— —¿Y mi puño en tu cara no quisieras, regalada?—espeté, furiosa Leo se puso de pie de
Cuando vi a Leo en mi habitación, el aire se me atascó en la garganta. Era lo último que esperaba. Lo más lejos que podía imaginar. Me había resignado a que lo nuestro había terminado. Un mes separada de él... convencida de que me había superado. Pero por más que intenté hacerme la dura, su olor corporal me envolvió como un anzuelo invisible. Era intenso, varonil, delicioso. Y ante eso, no tuve voluntad para detenerlo. Su manera de amarme oscilaba entre lo salvaje y lo delicado, una fusión exquisita que me tenía al borde del abismo. Después de la cena volvimos a la cama. Y otra vez, me tomó sin piedad, con hambre, con desesperación. Con cada embestida me dejaba claro que me había extrañado tanto como yo a él. Ahora yacía sobre su pecho, su respiración pausada marcando el ritmo de su sueño. Su mano, cálida y posesiva, descansaba sobre mi vientre. El celular comenzó a vibrar. Extendí la mano y lo tomé. Dayanara. La rabia se encendió en mi pecho al leer su mensaje: "Po
Nuestras respiraciones juegan entre sí, cálidas, entrecortadas. Ella está sobre mí, nuestras frentes se unen mientras sus labios entreabiertos exhalan su placer. Echa la cabeza hacia atrás, sosteniéndose de mi cuello, moviéndose lento, hundiéndose hasta hacerme temblar. El sudor resbala entre sus pechos, sus pezones duros, tentadores. Sus formas son perfectas. Una delicia verla así, desnuda, entregada. Mi lengua recorre su cuello, mis dientes lo atrapan con deseo. Anhelaba sentirla, anhelaba hacerle el amor. —Ah... Georgina... mi amor... —susurro contra su piel. Mi cabello está despeinado, no sé cuántas veces ha tirado de él con desesperación. La intensidad de sus movimientos me sorprende. Su vientre, grande y hermoso, no impide que se mueva sobre mí con la misma destreza. Es la tercera vez que me corro. Georgina, de espaldas, se sostiene del borde de la cama, mientras mis fluidos se deslizan por sus muslos. —Ah... —gime, estremeciéndose. —Cuánto te extrañé... —murmuro antes
Ella intenta salir de la habitación, pero la sostengo del brazo y cierro la puerta con seguro. —Oye, déjame salir. ¿Qué haces aquí?— —Basta de huir de tus problemas, tenemos que hablar— miro su mano, el anillo sigue ahí —Aún lo llevas puesto...— sonrío. —Te hice una pregunta, Sandro. ¿Qué haces aquí?— —Sandro...— murmuro y me arrodillo ante ella. Sus ojos se abren con desconcierto. —¿Qué estás haciendo?— —No sabía lo que estaba pasando... Apenas me enteré de que Dayanara te manipuló para que te alejaras de mí...— Levanto la vista y busco sus ojos —No me di cuenta del daño que mis acciones despreocupadas te causaron, al no alejarla de nuestras vidas, pensando que ella respetaría nuestra relación— —Levántate... no soy nadie para que te arrodilles— —Solo si me prometes escucharme... Por favor— Suspira con fastidio antes de sentarse en el borde de la cama. Me acomodo junto a ella, pero esta vez no puedo mirarla directo a los ojos. Su intensidad me avergüenza. —Georgina... Yo
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