Al amanecer, Susana se alistó para su día de trabajo. Luego de buscar el correo, encontró la casa en silencio, salvo por el agua de la cafetera que burbujeaba suavemente. En el sofá aún estaban desordenadas las mantas y uno que otro cojín en el suelo.
Susana molesta. Sabía que había amor allí. Y que, por más problemas que se avecinaran, mientras se tuvieran el uno al otro, podrían resistir cualquier tormenta.
Ya Peter se había ido a trabajar. La tranquilidad de la mañana flotaba en el ambiente cuando Jessy bajó las escaleras, vestida con una bata ligera y el cabello todavía húmedo por la ducha reciente. Se frotó los brazos, sintiendo la frescura del jabón de baño.
—Buenos días, Susana.
—Buenos días, señora.
Jessy revisó la tetera. El agua estaba lista. Sirvió su té de manzanilla y se sentó en una de las sillas del desayunador, observando cómo Susana doblaba unas toallas recién secadas.
— ¿Dormiste bien? —preguntó Susana con una sonrisa amable mientras se acercaba.
—Mejor que otras noc