Peter estaba sentado en el borde del sofá, con el teléfono en la mano, mirándolo como si pesara una tonelada.
Ethan, de pie junto a él, cruzado de brazos, lo observaba con el ceño fruncido.
—¿De verdad vas a llamarlo? —preguntó Ethan, con un tono más de incredulidad que de reproche—Yo te causé problemas con tus padres. Yo debería llamarlo.
—No tengo opción. Esto debo resolverlo yo. Tu tuviste tus razones aunque pudiste controlar tu actitud. Yo debo manejar mejor la situación, se supone que soy el principal culpable de que Jessy esté en peligro, por meterme en el caso de ese mafioso. —respondió Peter, sin apartar la vista del celular—. Si alguien puede ayudarnos a mover recursos sin que la policía corrupta meta las narices, es él.
Ethan bufó.
—El mismo que te quiso obligar a dejar a mi mamá porque "no era apropiada" para ti. El mismo que no vino ni al nacimiento de mi hermana. Esto es irónico.
—Sí, ese mismo —dijo Peter, apretando los dientes—. Y créeme, no es fácil para mí.
Ethan lo m