Decir la verdad.
Era un viernes cualquiera, pero para Peter, era todo menos ordinario.
Desde que Jessy había salido de su tercera sesión con Lina, algo en su forma de hablarle, de escribirle, incluso de evitarlo, había cambiado. No era rechazo, no del todo. Era...cautela. Como si tratara de poner límites, pero a la vez dejar una rendija abierta por donde él pudiera colarse si insistía lo suficiente. Y vaya si estaba dispuesto a insistir.
Aquel día salió de la firma temprano. Le habían asignado un nuevo caso, uno grande. Un bufete rival les había dado la oportunidad de negociar por fuera del juzgado y, para sorpresa de todos, fue él que encontró la fisura clave en el contrato. Le miraron con respeto. Le palmeaban el hombro. El socio mayor le dijo: "Peter, eres un maldito genio, muchacho". Se río por compromiso, pero lo único que pensaba era en ella.
Compró flores. No las típicas rosas rojas de cliché. Escogio lirios blancos, margaritas y lavanda. Algo sencillo, delicado, como ella. También una caja de