Cordelia
El primer golpe fue sin aviso y brutal.
El puño de Jared impactó de lleno en la mandíbula de Zeiren. Un chasquido que me hizo estremecer hasta los huesos.
Y Zeiren... no se movió.
No levantó los brazos, no giró el rostro, no gruñó.
Simplemente… lo recibió.
—¡Vamos! —gritó el Alfa, los colmillos a la vista mientras lo rodeaba—. ¿Eso es todo lo que tienes? La gran bestia de Astaroth es un chiste...
Otro golpe. Esta vez al estómago.
Zeiren se dobló hacia adelante, escupiendo sangre en la arena.
Mi corazón latía tan fuerte que sentía que se me iba a explotar en el pecho. Me aferré al muro invisible, deseando que se quebrara bajo mis manos.
—¡Haz algo! —le grité a Astaroth, que observaba la escena desde arriba, sereno e indiferente.
Pero no me escuchó.
O sí lo hizo, lo ignoró.
El público comenzó a agitarse.
Primero con desconcierto.
Luego con burla.
—¡Vamos, bestia! ¡Defiéndete! —gritaron algunos.
—¡Eso te pasa por ser de sangre sucia! —escuché a otro.
Y luego, como una plaga, s