Capítulo 87: El mensajero

Cordelia

Volver al Averno fue como despertar en mitad de una pesadilla que ya conocía muy bien.

La arena estaba agrietada, como si el corazón del mundo se hubiera partido en dos.

El aire… el aire ardía de manera distinta. Se sentía más denso de lo común... más viejo y misterioso.

Como si el lugar también lamentara la derrota que yo sentía.

Pero yo no pensaba en el Averno.

Ni en las ruinas.

Ni en nada que tuviera que ver con mi vida ahora...

Solo podía pensar en él.

Zeiren.

Él allá arriba… yo aquí.

Separados.

Vivos, sí. Pero divididos... rotos... solos.

Mis pasos resonaban entre escombros, cada uno más pesado que el anterior. No porque mi cuerpo doliera, ya no era del todo humana, sino porque el alma...

El alma estaba hecha trizas... pedazos que pesaban mil toneladas.

Entonces los vi.

Fernanda, de pie, con los brazos cruzados, y Damien un paso atrás, apoyado contra un muro de piedra cuarteada.

Ambos enteros.

Ambos esperándome.

Ambos… testigos de mi ruina.

Fernanda me vio primero.

Sus o
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