Fernanda
Estar atrapada en una botella era aún peor que la muerte.
Y eso que estar muerta ya era una reverenda mierda.
Esto era sin dudas era el siguiente nivel de humillación cósmica.
Ni siquiera un mínimo de privacidad. Solo un huevito de cristal oscuro, frío y asfixiante… y lo peor de todo: completamente lúcida.
Podía ver.
Podía escuchar.
"Gracias, universo, por las migajas."
La silueta de Viktor se movía como una sombra espesa entre los pliegues del plano astral. Me arrastraba con él, yo era su adorno barato colgado de su cinturón.
No sabía a dónde iba con exactitud, pero ese hijo de mil puta se desplazaba con seguridad.
Las sombras de este lugar parecían alejarse a su paso, como si incluso los Aeternum quisieran evitarlo.
"Genial, Fernanda, no solo estás atrapada… si no que estás con un psicópata temido de este lado del mundo."
Pero lo peor vino después.
En un parpadeo, la escena cambió.
Ya no estábamos en ese limbo extraño, sino en lo que parecía ser una especie de oficina de