Zeiren
El dolor en mis muñecas y tobillos, donde las cadenas laceraban mi piel con cada movimiento, tampoco me importaba. No cuando el verdadero tormento estaba más allá de estas rejas.
Cordelia.
Sentía su energía vibrando en el aire, su voz flotando entre susurros mientras hablaba con los fantasmas. Ahora podía escucharlos también. No solo al mosquito con su sarcasmo incesante, sino a otras presencias.
Su poder se extendía más allá de lo que yo podía comprender, conectándola con los muertos como si fuera una de ellos...
Y yo…
Yo solo podía estar aquí. Atado. Débil.
Cerré los ojos, sintiendo cómo mi cuerpo se hundía en el cansancio. La sangre que me habían extraído había mermado mi fuerza, pero lo que realmente me debilitaba era la impotencia.
Ella estaba tratando de salvarnos, y yo no podía hacer nada.
Tiré de las cadenas, ignorando el ardor en mis muñecas. Las marcas de los grilletes eran profundas, pero no me importaba. Necesitaba hacer algo.
Pero no había salida.
Otra vez atrapado