Cordelia —Cor… Todo a mi alrededor cambió cuando la escuché. Ahora estaba en el hospital...La voz era apenas un susurro, pero la oí con claridad. Levanté la cabeza para mirarla.—Estoy aquí —le respondí, enderezándome en la silla—. No te preocupes, no voy a irme.Fernanda sonrió débilmente, su piel pálida contrastando con sus ojos que aún conservaban ese brillo pícaro que siempre la caracterizaba.—Lo sé, tonta. Eres como una maldita lapa... no me sueltas ni en mis peores momentos.No pude evitar reír, aunque el nudo en mi garganta no me dejó disfrutarlo. Ella me había prohibido llorar, y yo quería ser fuerte para ella.—Alguien tiene que aguantarte —le respondí, tratando de aligerar la tensión del momento."El momento... solo le quedaban horas..."Ella rió, pero el sonido pronto se convirtió en una tos violenta que sacudió todo su cuerpo. Me enderecé, preocupada, mientras la veía intentar recuperar el aliento.—Tranquila… tranquila… —le susurré, acariciando su cabello—. No hables
Cordelia Un club nocturno que no conocía apareció a la vista.Luces de neón, música fuerte, risas y susurros entre humanos y vampiros...Y Fernanda. Con su sonrisa juguetona, con una copa en la mano, su cuerpo relajado, seducida por promesas de eternidad.Y él.El mismo bastardo que ahora tenía frente a mí, acercándose a ella con una sonrisa encantadora, con palabras dulces que destilaban veneno.“Bebe de mí y despertarás siendo algo más. Algo mejor.”Ella aceptó sin dudar, sin cuestionar... Fernanda siendo Fernanda... Impulsiva, atrevida, decidida.Se dejó morder. Se dejó llevar por la idea de la inmortalidad, por la emoción, por la adrenalina… por la mentira.El dolor vino poco después.Su cuerpo se retorció, su garganta se cerró, su piel ardió como si la estuvieran quemando desde dentro."Él la había envenenado."Y yo también lo estaba sintiendo en carne propia."No lo hizo para convertirla, sino para matarla.""Para divertirse.""¡Maldito, chupa sangre!" grité en mi mente.El clu
Cordelia Mi trasero ya estaba dolido por haber pasado horas sentada en el suelo frío de la celda.Cerré los ojos una vez más y respirando hondo. Me concentré en la energía de este lugar, en la posibilidad de encontrar alguna presencia atrapada entre estos muros.Pero no había nada.Solo el sonido de la respiración pesada de Zeiren y el silencio sofocante del calabozo.Frustrada, exhalé con fuerza y volví a intentarlo. Ignoré el dolor en mis músculos por estar tanto tiempo en la misma posición. Mi abuela me enseñó que los espíritus estaban en todas partes. Y qué solo necesitaban una razón para responder.Tenía que haber espíritus en este lugar, lo sentía en cada fibra de mi ser. Pero, por alguna razón, no podía alcanzarlos. Era como si una barrera invisible se interpusiera entre nosotros... o como si algo los estuviera ahuyentando.—Nada aún, ¿eh? —La voz de Fernanda interrumpió mi concentración.No abrí los ojos, pero apreté la mandíbula.—Dame un segundo más.Ella resopló y se de
Cordelia La rabia me recorrió como fuego líquido cuando vi esas sombras inmundas aferrándose a mi hilo de vida, tratando de cortarlo. No era miedo lo que sentía. Era furia.Se estaban metiendo con lo único que me mantenía atada a este mundo.Mi conexión. Mi cuerpo.No. No iba a permitirlo.Me giré hacia Zeiren, mi Elion, que seguía mirándome con asombro. Mi corazón latía desbocado, pero aún así me acerqué y volví a besarlo. Un roce fugaz, desesperado.—Voy a volver —le prometí contra sus labios antes de apartarme.Y corrí.Apenas puse un pie en mi celda, un resplandor dorado estalló a mi alrededor. Era mi luz. No sabía de dónde venía, ni por qué sucedía, pero se expandió como un latido vivo, llenando cada rincón del calabozo.Los Aeternum soltaron chillidos espantosos cuando la luz los tocó. Se retorcieron como si estuvieran ardiendo y salieron disparados hacia las sombras, escondiéndose de mi resplandor cegador.Jadeando, volví a mi cuerpo en un parpadeo.Mi piel estaba helada,
CordeliaEl sonido de la puerta abriéndose de nuevo me hizo girar la cabeza de inmediato.El vampiro que había matado a Fernanda entró caminando con arrogancia. La sonrisa de un depredador dibujada en sus labios.—Vaya, vaya… —murmuró, entrando a mi celda—. Nuestra pequeña humana sigue aquí. Me preguntaba cuánto más aguantarías antes de ponerte a llorar como una chiquilla.Algo entró en mí.Un hormigueo empezó en mi pecho, extendiéndose rápidamente a cada rincón de mi ser. No era doloroso. Era… raro. Como si mi cuerpo ya no me perteneciera.Y lo peor de todo...Era el hambre que quemaba mi garganta.Podía sentirlo como brasas ardiendo, consumiéndome por dentro, exigiendo algo que no entendía. Mi cuerpo estaba tenso, cada músculo vibrando con una energía nueva y poderosa.Y en realidad no era mía. Damien, el vampiro fantasma, había ocupado mi lugar. Pero nada de eso importaba. Solo una cosa necesitaba.Sangre.Mi lengua pasó por mis dientes, aunque no tenía colmillos. Aun así, sentía
ZeirenEl dolor en mis muñecas y tobillos, donde las cadenas laceraban mi piel con cada movimiento, tampoco me importaba. No cuando el verdadero tormento estaba más allá de estas rejas.Cordelia.Sentía su energía vibrando en el aire, su voz flotando entre susurros mientras hablaba con los fantasmas. Ahora podía escucharlos también. No solo al mosquito con su sarcasmo incesante, sino a otras presencias.Su poder se extendía más allá de lo que yo podía comprender, conectándola con los muertos como si fuera una de ellos...Y yo…Yo solo podía estar aquí. Atado. Débil.Cerré los ojos, sintiendo cómo mi cuerpo se hundía en el cansancio. La sangre que me habían extraído había mermado mi fuerza, pero lo que realmente me debilitaba era la impotencia.Ella estaba tratando de salvarnos, y yo no podía hacer nada.Tiré de las cadenas, ignorando el ardor en mis muñecas. Las marcas de los grilletes eran profundas, pero no me importaba. Necesitaba hacer algo.Pero no había salida.Otra vez atrapado
ZeirenEl hedor a sudor y sangre seguía impregnado en mi piel cuando me arrastraron de vuelta a la celda.No me dieron tiempo para procesarlo.No había tiempo para sanar, para respirar. Solo existía la siguiente pelea.Me dejaron caer al suelo de piedra con la misma indiferencia con la que alguien tira un saco de carne.—Descansa, mestizo. Mañana hay más.La puerta de hierro se cerró con un golpe, y el sonido del candado girando fue la confirmación de que seguía atrapado. De que nunca saldría de ahí.Mi respiración era pesada. Mi cuerpo entero ardía.Había ganado, pero la victoria no significaba nada.Me quedé en el suelo, observando las sombras en la pared. Mis nudillos aún estaban pegajosos con la sangre del demonio."Otra noche más en esta tumba de hierro."Pero esa noche no fue como las demás.El caos empezó con un solo grito.Me incorporé de golpe cuando escuché los primeros estruendos. El sonido de carne desgarrada. De metal crujiendo. De gritos.Los vi desde los barrotes.No e
Cordelia El agarre de Lysandre en mi muñeca era firme aunque casi perezoso, como si no tuviera que esforzarse para llevarme a donde quería.Mis pies tropezaban en los escalones mientras me arrastraba fuera del calabozo. El aire era denso, con el olor de la sangre impregnando cada rincón.No dije nada. No luché. No porque estuviera resignada, sino porque cada músculo en mi cuerpo estaba tenso, esperando el momento adecuado.Subimos el primer tramo de escaleras. Las antorchas en la pared proyectaban sombras en los pasillos. Y entonces, lo sentí.Al principio fue solo una sensación, un escalofrío recorriéndome la espalda.Luego, lo vi.Una sombra. Moviéndose entre las luces parpadeantes, deslizándose en las paredes como si fuera parte de ellas. No era un vampiro. No era un guardia.Era algo más.Lysandre no lo notó. Estaba demasiado ocupado disfrutando de su espectáculo de control que creía tener sobre mí. —Me encanta que no hagas esto más difícil de lo que debe ser —murmuró, arrastr