Cordelia
Estaba impactada, de pie en la azotea del edificio de enfrente, oculta en las sombras.
No podía apartar la vista de la escena frente a mis ojos. El fuego se llevaba hasta el último pedacito de lo que había sido mi hogar y mi vida.
El viento golpeaba mis piernas desnudas, haciéndome estremecer.
El rocío en el pasto sintético de la azotea empapaba mis pies, pero apenas lo notaba. Mis pensamientos eran un remolino desordenado, girando entre el miedo, la rabia y la incertidumbre.
Zeiren estaba detrás de mí.
Podía sentir la intensidad de su mirada fija en mi espalda, pero no quería mirarlo. No todavía.
Me crucé de brazos, más por instinto que por el frío, y apreté los dientes. Mi hogar… había quedado reducido a cenizas en cuestión de segundos.
—Lo siento —dijo Zeiren, su voz baja y tensa, pero no me giré para mirarlo.
"Claro que lo siente. Pero eso no cambia nada, ¿verdad?"
—No... —murmuré.
Nos quedamos en silencio. Solo se escuchaba el crujido del fuego y el sonido lejano de la