Perspectiva de Sabrina
Cuando aterrizamos, Ana ya me esperaba en la pista, sonriendo como cuando éramos niñas y nos colábamos en la oficina de nuestra madre.
—Ay, cuánto te extrañé, cariño —susurró, envolviéndome en sus brazos.
Su abrazo fue fuerte, familiar y reconfortante. Luego levantó a Ely, cubriéndola de besos en las mejillas.
—¡Y Ely! ¿Extrañaste a tu tía?
—¡Te extrañé! —rio Ely, abrazando el cuello de Ana.
Sonreí, al igual que ellas.
Y en ese momento, todo se sintió bien.
…
—¡La señorita Sabrina ha vuelto!
La mansión resonaba con emoción cuando crucé las puertas. El personal y las criadas se arremolinaron con vítores, aunados a abrazos cálidos, dándome la bienvenida como si nunca me hubiera ido.
—Vamos —nos instó Ana, entrelazando sus dedos con los míos—. Mamá mandó preparar comida suficiente como para trescientas personas, ya sabes cómo es.
La mansión Márquez estaba tal como la recordaba; grandiosa, dorada, pero envuelta en calidez. No necesitaba demostrar nada, simplemente e