Perspectiva de Sabrina
Nuestro vuelo salió antes de lo previsto. Una pequeña bendición, en realidad.
Cuanto antes saliéramos de Nueva York, mejor.
Cuando aterrizamos en Las Vegas, las luces de la ciudad ya comenzaban a brillar de esa manera familiar y mareante, como promesas de neón extendiéndose por el desierto.
Reservé un hotel, ya que Ely y yo aún tendríamos otro vuelo al día siguiente; Las Vegas nunca fue nuestro destino final.
Ely y yo subimos a la parte trasera de un taxi, el conductor tarareaba para sí mientras un segmento de chismes crepitaba por la radio.
—¿Puedes creer que Arturo Vélez huyó de su propia boda de Navidad?
—¡No puede ser!
—Te lo juro, dejó a la novia en el altar. Además, ella está embarazada.
—Beatriz Vélez, ¿verdad? ¿Su tía? Bueno, ex tía. En su día, estuvo casada con su tío.
—Sí, y aparentemente, la familia Vélez quería mantenerlo todo entre familia. Dicen que Beatriz está embarazada de un niño.
—Entonces, ¿por qué la dejó?
—Mi fuente dice que salió corriendo