Capítulo 241.
El albanés caminó como si el edificio fuera suyo desde siempre y la sangre fuera solo un nuevo tapiz. Llevaba la camisa blanca entreabierta, dejando ver parte de su pecho firme, una mariposa negra tatuada entre los músculos tensos de su clavícula, y un moño atado como si recién lo hubiera ajustado.
Ese porte varonil que llevaba el fusil que descansaba sobre su hombro con el cañón hacia arriba, y cada paso que daba parecía desafiar la necesidad misma de precaución. Su piel dorada contrastaba con el acero que sujetaba, y su mirada... era puro deleite. Un instinto peligroso, una belleza letal. Precioso y arrogante, pero con la precisión de un perfecto asesino. Sus labios apenas se curvaron al ver al primero de los hombres apuntándole, los cuales cayeron a los pies de Circe, en cuanto el albanéslos ubicó.
Segundos después, desde el ascensor lateral, apareció la crueldad hecha persona.
Boris Orlov.
La sombra de algo que no se podía clasificar. Dos metros de presencia incuestionable. S