ANASTASIA
Estoy enredada entre unas sábanas que no son mías, con un cuerpo cálido detrás del mío, una pierna masculina por encima de las mías, y un brazo pesado tatuado en mi cintura. Cada centímetro de mi piel arde con el recuerdo de lo que pasó anoche. Y por si me quedaba alguna duda, no llevo nada puesto.
Leo respira lento contra mi nuca, tan cerca que noto cómo el aire de sus pulmones me acaricia la piel. Y me siento viva. Las dos veces que nos hemos acostado me han hecho sentirme viva, he disfrutado, he sido joven otra vez. No la Anastasia que discute con Trevor por turnos con Oliver, ni la que se esconde de las llamadas de sus padres como si fueran inspectores. Anoche, con Leo, fui solo yo. Stas. La que ríe hasta que le duele la tripa, la que se deja llevar por un beso que sabe a cerveza y deseo, la que no piensa en el mañana. Y me sienta bien.
Parpadeo un segundo, sin entender por qué me he despertado si apenas amanece.
Es el sonido insistente de mi móvil, que no sé ni dónde de