LEO
Las carreras siempre tienen esa energía que te engancha, como si el mundo se redujera a las luces de los faros, el asfalto y el subidón de la adrenalina. Estoy apoyado en el capó de mi coche, una cerveza fría en la mano, con Alex a un lado y Marko al otro, los dos hablando mierda como si les pagaran por ello.
—Me tiene vuelto loco, tío. Se enfada si le contesto tarde, pero si ella tarda tres horas en responderme y me jode, me dice que me relaje. —Debe ser la cuarta vez en media hora que Marko suelta el mismo cuento.
—Son mujeres, ¿quién las entiende? —replica Alex riéndose.
—Y no puedes joderla —le recuerdo, señalándolo con la cerveza—. Es la mejor amiga de Stas así que como la cagues, te corto las pelotas. ¿Quién te manda a meterte con esa tía? Está como una puta cabra.
Marko me mira como si acabara de insultar a su madre, pero luego asiente porque sabe que tengo razón.
El ruido de los motores revienta. Un par de coches se colocan en la línea de salida improvisada, los neumáticos