ANASTASIA
Lou irrumpe en la cafetería a primera hora, con ese brillo en los ojos que solo puede significar que ha tenido un fin de semana épico. Lleva el pelo recogido en un moño deshecho, como si no hubiera dormido en dos días, y una sonrisa que parece permanente. Sé que yo quería sentarme con ella, ponerme toda cursi hablando de Leo, de las flores, de cómo me hace sentir como si estuviera viviendo en una burbuja de felicidad, pero no lo hago.
—Marko es una bestia. ¿Sabes esas pelis donde el tío parece malo pero luego es todo pasión? ¡Pues eso, pero mejor! Creo que no he dormido desde el viernes.
Para cuando ella termina de hablarme de su fin de semana de sexo desenfrenado, sé que espera que yo le cuente del mío.
—Trevor dice que mi madre está enferma y por eso me llaman tanto.
De repente he jodido todo el ambiente de la conversación. La sonrisa de Lou se desvanece, y suelta el café en la mesa, mirándome con los ojos entrecerrados, como si intentara leer en mi cara si estoy bien o no