Estoy completamente cansada. Creo que el licor se me subió a la cabeza, porque sonrío mucho más de lo que lo he hecho durante los últimos cuarenta y cinco días.
―¿Así que un nuevo vecino sexy y apuesto?
Giro la cara al escuchar la voz de mi mejor amiga.
―No sé de qué hablas, Nora.
Me hago la desentendida. Me llevo la copa a la boca y sorbo un trago de vino. Observo a Scott por el rabillo del ojo. Está hablando con el resto de nuestros acompañantes, inmersos en una conversación que los tiene a todos muy interesados. No obstante, puedo notar que, de vez en cuando, voltea a mirarme.
―No te hagas la tonta, Abigaíl, sabes perfectamente de lo que estoy hablando.
Vuelvo a prestarle toda mi atención.
―Lo acabo de conocer, Nora, creo que estás viendo cosas en donde no las hay.
Cruza los brazos sobre su pecho, alza una de sus cejas y me escudriña con su mirada.
―No me veas la cara, querida amiga, que he notado los ojitos que el doctor te echa a cada rato ―su comentario enciende mi cara