Un mes después
Me seco las manos en el paño de cocina al oír que tocan a la puerta.
―Un momento.
Apago la hornilla, tapo la olla y camino hacia la puerta. Al abrir me consigo de frente con un enorme ramo de flores. Pero, ¿Qué es esto?
―Señorita, Abigaíl MacAllister.
Asiento en respuesta.
―Una entrega para usted.
¿Para mí? Pero, ¿quién pudo haberme enviado flores? Me hago a un lado para pedirle que entre y lo ponga en la mesa. De ninguna forma podré con ese ramo tan gigantesco.
―Pasa, por favor pasa.
Lo sigo de cerca. Sigo atónita con la inesperada sorpresa.
―Firme aquí, por favor.
Me entrega la nota de entrega. Busco en nombre de la persona que envía, pero dice anónimo. Lo que me deja más intrigada que nunca. Así que averiguo.
―¿Sabes quién las envía?
Niega con la cabeza.
―Lo siento, solo hago los despachos. En tal caso, puede llamar a la tienda y solicitar la información a la persona que recibe los pedidos.
Vale, ni modo. Me tocará hacerlo de esa manera.
―Gracias, ere