Gael.
La veo intentando contenerse, como si necesitara expresar las palabras correctas mientras sonríe nerviosa, o por lo menos lo intenta. Su hermana se le acerca con las facciones fruncidas.
—No te atrevas —señala la menor de las Mountbatten, con voz firme—. No me mientas, Amaia. No me ocultes nada. Sé que algo grave está pasando... los escuché.
Me busca con la mirada, como si en mí pudiera encontrar una cuerda de salvación. Niego dejando claro que no intervendré en su favor. Sus hombros se hunden bajo un peso invisible cuando lo entiende.
Debo permanecer en silencio, disfrutar de esta escena, pero antes de pensarlo un poco más mis labios se mueven:
—Intenté encontrarme con su padre para brindarle ayuda —afirmo con voz neutra, sin adornos—. Pero no él no llegó al punto de encuentro.
La hermana parpadea procesando la información. Es como si se debatiera entre hacer más preguntas o tragárselas.
—Eso también lo escuché —murmura optando por hablar.
Vuelve su atención a Amaia, quien ahor