Amaia.
El estómago se contrae y un cosquilleo nervioso trepa por mi espalda.
Dos días. Es fue el plazo que mi padre me dio para conseguir el dinero, y ya han pasado... Estaba encerrada y no quise humillarme ante Gael pidiéndole más dinero. Además, ni siquiera lo había visto.
Había planeado darle un cheque por diez millones, con la condición de que regresara en un mes. Supuse que era el tiempo suficiente para calmar los ánimos y resolver la situación con los acreedores. Lo que mi padre no se imaginaría es que ese dinero era el que había destinado para empezar con las reparaciones de la mansión, pero quise pensar que ya encontraría una forma de recuperarlo. La venta de la empresa sería mi siguiente objetivo.
— ¿En dónde está la carta? —pregunto con voz tensa, mientras él me observa con curiosidad.
—La tiene uno de mis hombres —responde con calma.
Aprieto las manos. Cada palabra y expresión de él consigue enfadarme.
— ¿Y ahora robas mi correspondencia?
—Llegó a la mansión Belmonte —repli