El ambiente que antes estaba lleno de romanticismo se tornó tenso. Grecia se veía visiblemente nerviosa, a pesar de sus esfuerzos por disimularlo. Había abierto una brecha que ya no podía evadir; había llegado el momento de decir la verdad. Luis Fernando la observaba con seriedad, esperando una explicación, mientras ella se frotaba las manos, incapaz de ocultar su inquietud. Tenía miedo de su reacción.
—Y bien, Grecia —dijo él, rompiendo el silencio—, ¿por qué has dicho “nuestros hijos” si tan solo tenemos a Guillermito? ¿O acaso hay algo que yo no sé? No quiero que me ocultes nada, asi que habla.
—Sí, Luis Fernando, hay algo que tú no sabes, y ha llegado el momento de decírtelo —respondió Grecia, con una voz temblorosa.
—¿Qué pasa, Grecia? Me estás asustando. Habla de una buena vez —dijo él, esta vez con un tono un poco más fuerte, comenzaba a sentirse incómodo.
—Luis Fernando, necesito contarte cómo fueron en realidad las cosas, pero te pido que no me interrumpas. Espera a que te e