El automóvil de Monserrat empezó a salirse de control de repente, como si algo invisible lo empujara a toda velocidad. Ella sintió cómo el volante se le escapaba de las manos, mientras un sudor frío recorría su frente. La adrenalina llenó su cuerpo mientras conducía a una velocidad que la dejaba sin aliento. Todo lo que la rodeaba se volvía una mancha de colores que giraban y se mezclaban rapidamente ante sus ojos. El rugido del motor resonaba en sus oídos, como un grito que la advertía del peligro. En ese momento todo se tornó oscuro, pensó que había llegado el final que ella había estado buscando en medio de susufrimiento.
—¡No! —gritó, pero su voz se perdió en el ruido ensordecedor del auto.
El pánico la envolvió, y la desesperación se apoderó de su mente. Sabía que había causado un desastre y que su vida estaba a punto de cambiar para siempre. Sin poder hacer nada para evitarlo, las consecuencias de sus actos provocaron que el coche se saliera de la carretera, y en tan solo un in