Ya había amanecido, y la luz del sol se filtraba suavemente a través de las cortinas de la hermosa suite. Grecia aún estaba dormida, su rostro reflejaba serenidad y relajación, mientras Luis Fernando la observaba con una mezcla de admiración y ternura. La noche anterior había sido un torbellino de emociones y pasión, y ahora, al verla descansar junto a él, sentía que todo lo que habían vivido juntos había valido la pena.
Luis Fernando se acomodó en la cama, apoyando su cabeza en una mano mientras sus ojos recorrían cada detalle de su cuerpo desnudo. El suave movimiento de su pecho al respirar, los cabellos desordenados que caían sobre su frente y la forma en que sus labios parecían curvarse en una ligera sonrisa lo hacían sentir afortunado. Era un momento de paz que contrastaba con la tormenta de sentimientos que había enfrentado la noche anterior.
Decidió levantarse con cuidado para no despertarla. Quería ordenar un desayuno ligero, algo que pudieran disfrutar juntos antes de regresa