Grecia miró a Guillermo, tendido en el suelo, pálido y con un sudor frío cubriendo su frente. La angustia la invadió al darse cuenta de que había perdido el conocimiento. —¡Guillermo! Cariño por favor despierta—gritó, con su voz temblando de preocupación.Ernesto, también estaba muy angustiado, en todo el tiempo que tenía conociendo a Guillermo, jamás lo había visto en ese estado. Se acercó a Grecia y le dijo con mucha preocupación: —Grecia, no podemos esperar a la ambulancia. Debemos llevarlo a la clínica ahora mismo. Yo puedo llevarlo en mi auto.Sin dudarlo, Grecia asintió. La urgencia del momento la llevó a actuar sin pensarlo, solo quería que Guillermo estuviera bien. —¡Por favor, ayúdame! —dijo, mientras trataba de mover a Guillermo con cuidado.Ernesto se agachó y, con esfuerzo, levantó a Guillermo en brazos. Grecia lo siguió, su corazón estaba latiendo con fuerza, mientras Mercedes se acercaba.—¡Dios mío! Pobre Guillermo, él siempre ha sido un hombre sano ¿Pero a dónde lo
El doctor salió de la sala de emergencias. Su expresión grave hizo que Grecia se sintiera aún más ansiosa. Sentía que su corazón se detenía mientras el médico tomaba aire; su expresión no era alentadora y se veía claramente que no auguraba nada bueno.—¿Qué pasa, doctor? ¿Qué tiene mi esposo? —preguntó Grecia, muy angustiada.—Le realizamos varios estudios para descartar que se tratara de una intoxicación, pero no encontramos nada anormal en su organismo. Sin embargo…El doctor hizo una pausa que se tornó eterna para Grecia. Luego continuó:—Señora Lombardo, después de ver los resultados de los estudios, hemos detectado un pequeño tumor que se encuentra alojado en el páncreas.Grecia palideció, mostrando una expresión que denotaba pánico en sus ojos. Ernesto, que se encontraba a su lado, puso sus manos sobre sus hombros en un gesto de apoyo.Grecia lo miró con ansiedad y preguntó:—¿Pero qué significa esto, doctor? No puede ser, Guillermo apenas comenzó a sentirse mal esta mañana. ¡No
Había una fuerte tensión en la sala. Grecia estaba muy nerviosa; el doctor, ya acostumbrado a este tipo de situaciones, se preparaba para darle la noticia. —Señor Lombardo, me temo que por ahora no sería conveniente que usted abandone la clínica. —¿Pero por qué? ¿Qué es lo que pasa? Grecia, ¿tú sabes algo? Guillermo preguntaba angustiado, sin entender. Puso una expresión de asombro y Grecia le esquivó la mirada; no quería enfrentarlo. Se sentía muy perturbada y no asimilaba lo que estaba pasando. —Señor Lombardo, se le realizaron varios estudios en los cuales encontramos un pequeño tumor que está alojado en la zona del páncreas. Guillermo palideció y no esperó a que el doctor terminara de hablar. —¿Qué ha dicho? No, eso no puede ser verdad. Yo me siento perfectamente bien. Lo que me dio fue un simple dolor de estómago, y estoy agotado por el exceso de trabajo, pero… —Guillermo, por favor, deja que el doctor te explique. No te pongas así —le decía Grecia, tratando de calm
Greta caminaba por el pasillo, furiosa y sin fijarse por dónde iba. De pronto, se tropezó con Pablo, quien llevaba un café en la mano, derramándolo encima de su vestido sin querer. —¡Pero mira lo que has hecho, imbécil! —gritó Greta, histérica. —Perdón, Greta, pero es que no te vi venir. Ese café era para ti, fue el que le pediste a la asistente de Luis Fernando. —Esa es otra inútil. ¿Y se puede saber por qué te lo dio a ti en vez de llevármelo a la sala de juntas? Es una inepta. —Pero, Greta, ¿se puede saber qué te pasa? —preguntó Pablo, extrañado. —Pasa de todo. No te imaginas lo que está ocurriendo en la sala de juntas. —Pero si no me dices, no puedo saber. ¿Qué pasó allí que te ha puesto tan histérica? Greta se acercó a Pablo y le susurró al oído: —La fábrica está a punto de caer en la quiebra. —¿Qué has dicho? —dijo él, abriendo los ojos, asombrado—. Eso no puede ser. ¿No será que me estás diciendo esto porque quieres sacarme de tus planes? —añadió con malicia.
Mercedes abrió la puerta del clóset y un aroma a cera derretida y hierbas secas la envolvió de inmediato. La penumbra del pequeño lugar se intensificó al observar un tenebroso altar. Sobre uno de los compartimientos, varias velas encendidas estaban metidas en pequeños candelabros de vidrio. A su alrededor, había varias fotos de Guillermo, aparentemente capturadas de forma improvisada por Matilde. Sin embargo, lo que realmente la hizo estremecer fue una imagen de Grecia, tachada con una cruz roja, como si fuera un símbolo de desprecio y odio. Al lado de la fotografía, había una muñeca vudú, con alfileres enterrados en su cuerpo de trapo que parecía observarla con sus ojos vacíos. El corazón de Mercedes se detuvo por un instante. La muñeca, con su cabello deshecho y su vestido rasgado, estaba claramente destinada a representar a Grecia. Cada alfiler que la atravesaba parecía un grito silencioso, un deseo de venganza que dejaba claro el odio que sentía hacia ella. Un escalofrío rec
Aquella noche en la mansión Ripoll fue bastante tensa para todos. Se sentían envueltos en una incertidumbre, sin saber cuál iba a ser su destino. Luis Fernando se encontraba dándose una ducha de agua tibia. Quería relajarse sintiendo la caída del agua sobre su cuerpo. Estaba muy atormentado por todo lo que tenía que afrontar a partir de ahora; necesitaba estar a solas, lejos de Laura y de su madre, para pensar bien en las decisiones que debía tomar para poder sacar la empresa adelante. En ese momento, fue inevitable que el recuerdo de Grecia llegara a su mente. Durante el tiempo que estuvieron casados, había compartido esa misma habitación con ella que ahora ocupaba con Laura. Enseguida recordó una noche en la que se estaba duchando y Grecia entró al baño para sorprenderlo. “Flashback:” —¿Me invitas a compartir la ducha? —le dijo Grecia, desnuda y pasando sus brazos por su cuello. —Mi amor, claro que quiero compartir la ducha contigo, pero también puedo ofrecerte otras cos
El doctor entró a la habitación. Guillermo se encontraba al lado de Grecia. —Bien, señor Lombardo, ya realizamos la biopsia. Ahora solo debemos esperar el resultado, así que puede irse a su casa. —¿Pero y el resultado? ¿Cuándo lo voy a saber? —preguntó Guillermo con una expresión de preocupación mientras tomaba la mano de Grecia para sentir apoyo. —Tranquilo, el resultado lo tendremos en aproximadamente una semana. Recuerde que es un procedimiento muy delicado y debe ser estudiado minuciosamente para obtener un resultado exacto. —Pero son muchos días para saber si esto que tengo es maligno. No sé cómo voy a poder trabajar así —dijo Guillermo, decepcionado. —Cálmate, Guillermo. No te pongas así, yo estaré cerca de ti apoyándote —dijo Grecia con ternura. —Hágale caso a su esposa. Debe tener tranquilidad. Además, le recomiendo que se tome unos días de descanso mientras espera. —¿Descansar? —preguntó con incredulidad—. No, doctor, no puedo estar encerrado en casa sin trabaja
Capítulo 1: La traición Nunca imaginé que mi vida cambiaría tan drásticamente en un instante. Me desperté aquella mañana en la lujosa mansión de los Ripoll, sintiendo el peso de la opulencia a mi alrededor. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas de seda, iluminando mi habitación con un brillo dorado. Sin embargo, a pesar de la belleza que me rodeaba, mi corazón se sentía agobiado. Desde que me casé con Luis Fernando, siempre supe que su familia no me aceptaba por mi condición humilde. Yo, una mujer proveniente de una familia de bajos recursos, sin tener un apellido importante, había logrado lo impensable al casarme con el heredero de una de las familias más ricas de Nueva York. Pero a pesar de mi amor por él, la sombra de Laura, su exnovia, siempre estaba presente. La gente la adoraba: era hermosa, de alta sociedad y con una personalidad que podía encantar a cualquiera. Era la candidata perfecta que sus padres querían para esposa de Luis Fernando. Esa mañana, m