El doctor salió de la sala de emergencias. Su expresión grave hizo que Grecia se sintiera aún más ansiosa. Sentía que su corazón se detenía mientras el médico tomaba aire; su expresión no era alentadora y se veía claramente que no auguraba nada bueno.—¿Qué pasa, doctor? ¿Qué tiene mi esposo? —preguntó Grecia, muy angustiada.—Le realizamos varios estudios para descartar que se tratara de una intoxicación, pero no encontramos nada anormal en su organismo. Sin embargo…El doctor hizo una pausa que se tornó eterna para Grecia. Luego continuó:—Señora Lombardo, después de ver los resultados de los estudios, hemos detectado un pequeño tumor que se encuentra alojado en el páncreas.Grecia palideció, mostrando una expresión que denotaba pánico en sus ojos. Ernesto, que se encontraba a su lado, puso sus manos sobre sus hombros en un gesto de apoyo.Grecia lo miró con ansiedad y preguntó:—¿Pero qué significa esto, doctor? No puede ser, Guillermo apenas comenzó a sentirse mal esta mañana. ¡No
Había una fuerte tensión en la sala. Grecia estaba muy nerviosa; el doctor, ya acostumbrado a este tipo de situaciones, se preparaba para darle la noticia. —Señor Lombardo, me temo que por ahora no sería conveniente que usted abandone la clínica. —¿Pero por qué? ¿Qué es lo que pasa? Grecia, ¿tú sabes algo? Guillermo preguntaba angustiado, sin entender. Puso una expresión de asombro y Grecia le esquivó la mirada; no quería enfrentarlo. Se sentía muy perturbada y no asimilaba lo que estaba pasando. —Señor Lombardo, se le realizaron varios estudios en los cuales encontramos un pequeño tumor que está alojado en la zona del páncreas. Guillermo palideció y no esperó a que el doctor terminara de hablar. —¿Qué ha dicho? No, eso no puede ser verdad. Yo me siento perfectamente bien. Lo que me dio fue un simple dolor de estómago, y estoy agotado por el exceso de trabajo, pero… —Guillermo, por favor, deja que el doctor te explique. No te pongas así —le decía Grecia, tratando de calm
Greta caminaba por el pasillo, furiosa y sin fijarse por dónde iba. De pronto, se tropezó con Pablo, quien llevaba un café en la mano, derramándolo encima de su vestido sin querer. —¡Pero mira lo que has hecho, imbécil! —gritó Greta, histérica. —Perdón, Greta, pero es que no te vi venir. Ese café era para ti, fue el que le pediste a la asistente de Luis Fernando. —Esa es otra inútil. ¿Y se puede saber por qué te lo dio a ti en vez de llevármelo a la sala de juntas? Es una inepta. —Pero, Greta, ¿se puede saber qué te pasa? —preguntó Pablo, extrañado. —Pasa de todo. No te imaginas lo que está ocurriendo en la sala de juntas. —Pero si no me dices, no puedo saber. ¿Qué pasó allí que te ha puesto tan histérica? Greta se acercó a Pablo y le susurró al oído: —La fábrica está a punto de caer en la quiebra. —¿Qué has dicho? —dijo él, abriendo los ojos, asombrado—. Eso no puede ser. ¿No será que me estás diciendo esto porque quieres sacarme de tus planes? —añadió con malicia.
Mercedes abrió la puerta del clóset y un aroma a cera derretida y hierbas secas la envolvió de inmediato. La penumbra del pequeño lugar se intensificó al observar un tenebroso altar. Sobre uno de los compartimientos, varias velas encendidas estaban metidas en pequeños candelabros de vidrio. A su alrededor, había varias fotos de Guillermo, aparentemente capturadas de forma improvisada por Matilde. Sin embargo, lo que realmente la hizo estremecer fue una imagen de Grecia, tachada con una cruz roja, como si fuera un símbolo de desprecio y odio. Al lado de la fotografía, había una muñeca vudú, con alfileres enterrados en su cuerpo de trapo que parecía observarla con sus ojos vacíos. El corazón de Mercedes se detuvo por un instante. La muñeca, con su cabello deshecho y su vestido rasgado, estaba claramente destinada a representar a Grecia. Cada alfiler que la atravesaba parecía un grito silencioso, un deseo de venganza que dejaba claro el odio que sentía hacia ella. Un escalofrío rec
Capítulo 1: La traición Nunca imaginé que mi vida cambiaría tan drásticamente en un instante. Me desperté aquella mañana en la lujosa mansión de los Ripoll, sintiendo el peso de la opulencia a mi alrededor. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas de seda, iluminando mi habitación con un brillo dorado. Sin embargo, a pesar de la belleza que me rodeaba, mi corazón se sentía agobiado. Desde que me casé con Luis Fernando, siempre supe que su familia no me aceptaba por mi condición humilde. Yo, una mujer proveniente de una familia de bajos recursos, sin tener un apellido importante, había logrado lo impensable al casarme con el heredero de una de las familias más ricas de Nueva York. Pero a pesar de mi amor por él, la sombra de Laura, su exnovia, siempre estaba presente. La gente la adoraba: era hermosa, de alta sociedad y con una personalidad que podía encantar a cualquiera. Era la candidata perfecta que sus padres querían para esposa de Luis Fernando. Esa mañana, m
Empujé la puerta de la oficina con la esperanza de encontrar a Luis Fernando un poco más tranquilo y dispuesto a escucharme. Sin embargo, lo que vi me dejó paralizada. Allí estaba él, abrazado a Laura, compartiendo un beso apasionado que me desgarró por dentro. —¡Luis Fernando! —grité, con mi voz temblando de indignación y dolor. Me sentía devastada, como si el suelo se abriera bajo mis pies. Había ido a buscarlo con la única esperanza de que pudiera creer en mí, de convencerlo de que las fotos eran un montaje, pero al verlo junto a Laura, me di cuenta de que todo estaba perdido. Luis Fernando se separó de Laura de inmediato; su rostro reflejaba sorpresa y confusión, era obvio que no esperaba verme allí después de haberme dejado destrozada con sus insultos. Sin embargo, al verme, su expresión se tornó en una mezcla de dolor y reproche. Laura sonreía con malicia, como si supiera que su plan había funcionado a la perfección. —¿Qué haces aquí, Grecia? —preguntó Luis Fernando, frun
Al salir del edificio, el aire frío de la ciudad me golpeó en la cara; sin embargo, no sentía el frío. Mi corazón estaba helado por el dolor. Caminé sin rumbo, no sabía a dónde ir o a quién acudir. Ya no tenía a mis padres, no tenía amigos que pudieran ayudarme; todo lo que veía a mi alrededor se desvanecía. Las calles de Nueva York, que alguna vez me habían parecido llenas de posibilidades, ahora se sentían vacías y solitarias. “Dios mío, no sé qué voy a hacer. No tengo dinero, ni dónde pasar la noche”, pensé mientras caminaba con la mirada perdida. Me detuve en una esquina, apoyándome contra una pared, mientras las lágrimas caían por mi rostro, me sentía débil. Había dejado la mansión de los Ripoll con la esperanza de recuperar a Luis Fernando, pero ahora me sentía más sola que nunca. Sin embargo, en medio de mi desesperación, una chispa de determinación comenzó a encenderse dentro de mí. Sabía que no podía dejar que Laura y Luis Fernando me destruyeran. Tenía que levanta
Mercedes llegó muy temprano al restaurante, me llevó todo lo necesario para pasar unos días, ropa, cepillo de dientes, y demás artículos personales, pero lo más importante en todo eso, era sin lugar a dudas: la prueba de embarazo. — Buenos días Grecia, ¿Cómo dormiste? —dijo colocando las bolsas sobre el escritorio. — Estaba tan cansada, que me quedé dormida apenas te fuiste, y desperté muy temprano pensando que tal vez todo había sido una pesadilla, pero al verme en esta oficina, me di cuenta de que todo había sido real. — No te aflijas amiga, ya verás que dentro de poco superarás todo y hasta te reirás de todo esto. — Eso espero Mercedes. Ya veo que me trajiste muchas cosas. — Pues sí, antes de llegar aquí, pasé por la farmacia y compré esta prueba de embarazo. Necesitas hacértela inmediatamente; debemos salir de dudas. Ojalá esté equivocada. —decía preocupada. Tomé la caja de la prueba sin decirle nada, sintiéndome aterrada ante la posibilidad de que, después de