Laura se sentía inquieta. La atmósfera de la fiesta era pesada, y cuando Luis Fernando se acercó, su voz resonó dentro de ella, provocándole un nerviosismo que no podía controlar.
—¿Pero qué te pasa? Pareciera que hubieras visto un fantasma —exclamó Luis Fernando, frunciendo el ceño, sin entender su nerviosismo.
—Nada… solo me duele un poco la cabeza —respondió ella, intentando disimular su ansiedad.
Cerca de ellos, Greta, con una sonrisa forzada, decidió acercarse al invitado inesperado.
—¿Se puede saber qué haces aquí? —preguntó entre dientes, tratando de mantener la compostura y evitando que los demás invitados notaran la tensión.
—Esa es la forma de saludar a un viejo amigo, Greta —replicó Daniel con sarcasmo, disfrutando de la incomodidad que estaba generando.
—Te hice una pregunta, Daniel. ¿Qué haces aquí? No estás invitado a esta fiesta. Además, ¿quién te dejó entrar? ¿Cómo te enteraste?
—Calma, Greta, me estás haciendo muchas preguntas—dijo él, sonriendo mientra