Miranda alcanzó a Luis Fernando, quien caminaba con paso decidido, como si quisiera llevarse por delante a cualquiera que se atreviera a cruzarse en su camino. Estaba furioso, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo.
—¡Luis Fernando espera! —lo llamó varias veces Miranda, pero él continuó su camino a paso acelerado. Finalmente, logró tomarlo por el brazo—. Luis Fernando, te he estado llamando un buen rato. Me dejaste sin aliento. ¿A dónde vas?
Él mantuvo el ceño fruncido, con una expresión de enojo evidente.
—Quiero estar solo, Miranda. Suéltame, por favor.
—Pero espera, Luis Fernando. No puedo dejarte ir en ese estado. Al menos déjame acompañarte —intentó persuadirlo, con la preocupación reflejada en su rostro.
—Ya te dije que quiero estar solo. Necesito salir de la empresa y respirar aire puro —respondió, en un tono cortante.
Miranda no quería darse por vencida.
—Pero, Luis Fernando, por favor…
De repente, una voz femenina interrumpió la conversación.
—Ya te dijo que quiere est