Mercedes se había quedado angustiada en la sala de espera, sintiendo que el ambiente se volvía cada vez más denso. Las horas de espera para tener noticias de Ernesto se hacían eternas. Miraba el reloj cada pocos minutos, como si al hacerlo pudiera acelerar el tiempo. La ansiedad la invadía, y su mente divagaba entre recuerdos que compartieron en el trabajo y temores incontrolables.
De pronto, las puertas se abrieron y salió el doctor que había realizado la operación. Mercedes, al verlo, sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Se puso pálida, como si el aire se hubiera escapado de la sala. A pesar de que sus piernas temblaban, se levantó de la silla y clavó su mirada en el doctor, observándolo con atención, tratando de analizar su expresión para saber si las noticias que iba a darle eran buenas. Sin embargo, sabía que una operación como esa, donde le iban a amputar una de las piernas, no era precisamente alentadora.
—Doctor —dijo Mercedes, acercándose con cautela—. ¿Cómo sali