La tensión en la habitación no se hizo esperar. Guillermo estaba sentado en la cama, con las manos entrelazadas sobre las rodillas, mientras su mirada se perdía en el vacío. Grecia, a su lado, no podía evitar morderse el labio, sintiendo cómo la angustia se apoderaba de ella. El doctor tenía una expresión grave, lo que hizo que ambos contuvieran la respiración.
—Lamento informarles que no les tengo buenas noticias —comenzó el doctor, con un tono de voz determinante y seria que resonaba en la habitación como un rayo.
Al escuchar esas palabras, una ola de inquietud recorrió a Guillermo. Un escalofrío le atravesó el cuerpo y su piel se volvió pálida. Grecia, sintiendo que sus piernas temblaban, se aferró al borde de la cama, tratando de encontrar apoyo ante la situación, sentía que el mundo se desmoronaba ante ellos.
—Los estudios han dado como resultado que el tumor que tiene es maligno —continuó el doctor, observando las reacciones de ambos.
Guillermo sintió que el mundo se