En la imponente funeraria, grandes personalidades de distintos medios de comunicación se encontraban brindando su pésame a Greta y Luis Fernando. Ella aparentaba estar devastada, pero aún así lucía elegante; había elegido un traje de marca en color negro, complementado con un sombrero que ocultaba parcialmente su rostro, y unos anteojos oscuros que le ayudaban a disimular su llanto. Sabía que iba a estar presente toda la prensa, y por supuesto, debía lucir impecable, para ella era mucho más importante su apariencia, jamás permitía que la vieran destruida sea cual fuera la circunstancia.
Luis Fernando, sentado a su lado, mostraba signos evidentes de su dolor. Su mirada estaba perdida, tenía los ojos hinchados y rojos por las lágrimas. Ya no podía contenerlas; permanecía sumido en un silencio profundo, atrapado en recuerdos de su niñez con Armando. No podía asimilar que nunca más iba a tener a su padre en su vida para aconsejarlo y orientarlo en el manejo de la empresa Ripoll.
Laura,