—Greta, no me mires así. No vas a engañarme; sé perfectamente que tenías planes para que Don Armando no le dijera nada a Luifer. ¿Qué fue lo que hiciste? —le dijo Laura, acercándose a ella mientras la tomaba del brazo con fuerza.
Greta la miraba en silencio, pero Laura ya no estaba dispuesta a aguantar más.
—Conmigo no tienes que fingir, aparentando estar demente. Ahora estamos a solas y quiero saber si tuviste algo que ver con la muerte de Don Armando.
—¡Ya basta, Laura! Déjame en paz. ¿No te das cuenta de que acabo de perder a mi marido? Eres una insensible —reaccionó Greta, fingiendo sentirse ofendida.
—Por favor, Greta, ¿no te parece mucha casualidad que justo cuando subiste a ver a Don Armando, a los pocos minutos falleció? ¿No te parece extraño? —dijo Laura con sarcasmo.
Greta apretaba los puños, tratando de controlarse porque no le convenía delatarse ante ella.
—Mira, Laura, te lo voy a decir una vez: Armando falleció a causa de un infarto. Yo no le puse un dedo encima; él soli