Margot salió y encontró afuera a Rodolfo, fue a su lado, subiendo a su auto.
Ella parecía estar nerviosa y triste.
Rodolfo tomó su mano.
—¿Estás bien? —exclamó al verla en ese estado.
—Sí, lo estoy.
—Dime la verdad, ¿no estás segura de haber hecho esto? ¿Quieres volver?
—Estoy segura, pero me dolió que Joaquín no me apoyara, siento que lo he perdido —dijo con sinceridad
Rodolfo besó su mano.
—Tranquila, él lo aceptará, somos familia, lo prometo.
Ella sonrió.
—¿A dónde vamos?
—A un hotel, ahí nos quedaremos, mañana temprano, iremos ante el juez, nos casaremos.
Ella sonrió.
El hombre siguió manejando, pero se detuvo al lado de un río.
—¿Qué hacemos aquí?
Él sonrió, había algo de ternura en su sonrisa.
—Vamos, baja, ven conmigo.
Margot aceptó, bajaron del auto y caminaron casi a la orilla del río.
Era una noche casi mágica, ella observó la luna que se reflejaba sobre el agua.
—¿Sabes que hay una palabra mágica para nombrar al reflejo de la luna en el agua?
Él negó.
—¿Cuál es?
—Yakamoz.
—S