80. Una declaración
Catalina
Despierto sintiendo leves caricias en mi cuerpo y de manera inmediata una sonrisa se forma en mis labios antes de girarme y quedar frente a frente con Gabriel.
Se ve cansado y preocupado, pero conservo mi sonrisa, porque lo último que quiero es que el se cierre conmigo.
—Buenos días, señor San Román—susurro, consiguiendo que él me sonría más grande, antes de acercarse y rozar sus labios con los míos.
—Buenos días, amor mío ¿Dormiste bien?
—Lo hice, tuve al lado a un hombre apuesto que me ayudó a dormir.
Finalmente escucho la risa salir de sus labios y puedo sentir que me relajo, al menos un poco y sé que él lo nota, porque sus brazos me rodean y mis manos se aferran con fuerza a su pecho desnudo.
No sé cómo describir lo que siento por Gabriel, pensé que con los años el sentimiento se iba a ir, que con todo lo que había en medio lo iba a odiar, pero no fue así, nunca fue así y ahora, aquí, en sus brazos agradezco porque eso no haya pasado.
Es mi lugar seguro, es el papá de mi