24. Cuentas conmigo
Emma
Mi rostro está hirviendo y siento que el coraje se me ha metido entre las venas y corre como lave por mis venas.
No suelo perder la compostura. No en público.
Pero en este momento, mientras veo la espalda de Catalina desaparecer por la calle con ese niño en brazos, siento que mi garganta se seca, mis manos tiemblan, y el corazón me golpea las costillas con una furia que apenas puedo controlar.
¡Un niño!
Un niño con esos ojos. Con esos ojos.
El mismo tono, la misma intensidad. Esa maldita mirada que he visto mil veces en Gabriel cuando está furioso o... peor aún, cuando está emocionado.
En ningún momento mi querida suegra me ha dicho que Gabriel y la asistente de medio pelo que sacaron para traidora hayan tenido algo, pero lo conozco y no es cómo si fuera algo imposible y es justo por eso que no he podido controlarme.
—Estúpida arrastrada —mascullo por lo bajo, sin importar si alguien en la cafetería me escucha.
Una de las meseras se me acerca, tal vez con intención de preguntarme