23. La rama podrida
Catalina
No hay silencio que calme este torbellino en mi pecho, pues decir que no me ha afectado en absoluto la reunión con Gabriel sería mentir descaradamente.
El desprecio que había en su voz al hablar de mi relación con Julian, la forma en que me mira cómo si el que ha sido engañado y traicionado fuera él.
Supongo que mi inocencia sigue siendo algo que él no puede creer, pero justamente por eso hago esto.
No para probarselo a él, aunque tal vez si es un poco por eso, sino más que todo para poder mirar a la cara a todos los que me despreciaron y demostrarles que siempre dije la verdad.
Pero con todo y eso, desde que salí del encuentro con Gabriel, he estado temblando por dentro. No me gritó, no me tocó, ni siquiera se permitió perder el control, algo muy común en él... pero su desprecio fue una herida precisa, calculada.
Como si su frialdad fuese un cuchillo que supiera exactamente dónde cortar.
Llego al edificio y me obligo a olvidarme de todo, tengo personas aquí que esperan por m