Polaris estaba sentada en el borde del sofá, con las manos sobre las rodillas, escuchando cómo Jasper hablaba con un entusiasmo que llenaba el espacio entero. Él movía las manos al hablar, como si tratara de dibujar en el aire aquello que no podía ver. Su cabello rubio capturaba la luz, y los ojos vidriosos, sin dirección fija, parecían aún más brillantes cuando sonreía.
—Entonces… ¿en serio se transforman? —preguntó Jasper, inclinándose hacia adelante como si tratara de escuchar incluso el sonido de su propia emoción—. ¿Así, sin más? ¿Como en las historias?
Polaris sonrió. Estaba no acostumbrada a la curiosidad humana, pero en él había algo distinto. Había inocencia, una pureza que hacía que incluso las preguntas obvias parecieran nuevas, importantes.
—Sí —respondió suavemente—. No es exactamente “sin más”. Hay dolor en el cambio… pero sí, nos transformamos.
Jasper soltó una suave risa de asombro, apoyándose más en el respaldo del sillón.
—Es fascinante. Honestamente… desearía p