Xylos la alcanzó justo a tiempo, atrapándola antes de que su cuerpo se desplomara sobre la tierra húmeda. La tomó en brazos, sosteniéndola con cuidado, como si fuera de cristal. Durante un largo momento, se quedó quieto, escuchando su respiración suave, su corazón que aún latía con fuerza, Zayden llegó poco después, con el rostro cubierto de sudor y tierra.
—¿Está viva?
—Sí —respondió Xylos, sin apartar la vista de ella—. Solo perdió el conocimiento.
El viento sopló, moviendo los cabellos rubios de Vecka contra su pecho. Xylos apretó la mandíbula.
—D’Arvigne sabe demasiado —dijo Zayden con gravedad—. ¿Qué haremos ahora?
—La llevaremos a salvo —respondió el alfa, su voz cargada de una furia contenida—. Nadie la tocará. Ni ellos… ni las leyes —ya el secreto que había intentado mantener oculto estaba expuesto, y los límites entre su mundo y el de ella acababan de romperse.
Como rey alfa, Xylos sabía que el embarazo de Vecka traería problema, no era la mujer elegida para tener a s