Marcos levantó apenas el rostro, besándola despacio, con ternura, sin la necesidad anterior. Marta suspiró tras aquel gesto, sintiendo todavía el latido de su propio orgasmo resonando en su interior, y deslizó los dedos por la espalda de él, su piel estaba húmeda de sudor; y, sin embargo, la rubia no apartó la mirada de él.
Luego con suavidad le acarició con la nuca, cerró los ojos y dejó escapar un murmullo casi imperceptible:
—No quisiera que nunca termine.
Marcos sonrió contra sus labios, aún respirando con dificultad. En el preciso momento que iba a responderle, la luz de alta de un vehículo y una sirena de advertencia los separó. Pero antes de que pudiera incorporarse, el hombre de azul golpeó la ventanilla.
Marcos se incorporó rápidamente tratando de cubrir a Marta. Ella bajó rápidamente su vestido ocultando su desnudez íntima.
Con un movimiento preciso, se arreglo el pantalón y bajó del coche de un solo salto.
—Sus documentos —habló el uniformado con autoridad.
—Un moment