La mañana siguiente, Marta despertó como de costumbre para salir a trotar. Sin embargo, apenas tuvo que realizar el recorrido caminando lento, sin esforzarse. Debía seguir las indicaciones del médico y evitar cualquier situación negativa.
Se relajó viendo el verde de los árboles y respirando ante fresco. El resto de las personas que pasaban junto a ella y que conocían su desempeño y resistencia, la miraron sorprendidos.
Ella en cambió, no hizo caso a sus impertinentes miradas. Sólo quería sentirse bien, relajada y disfrutar de su fin de semana sin la presión del trabajo y sin la supervisión constante de su amiga.
Apenas pensó en ello y un mensaje en su móvil la regresó a la realidad.
“Espero que hayas amanecido bien. Marcos y yo, queremos que vengas a almorzar en la tarde, prepararemos una paella como la que tanto te gusta”.
Marta suspiró profundo. Aunque quería decirle que no iría, pensó en que ahora no podría ir al club ni mucho menos salir por una copa a algún bar.
“Nos vemos