Miradas que hablan
Los golpes en la puerta obligaron a Marta a abrir los ojos. Se había quedado dormida por más de cuatro horas. Se incorporó lentamente en la cama.
—Entra —ordenó a su empleada.
La mujer abrió la puerta con cuidado.
—¿Desea bajar a cenar o prefiere que le traiga la comida a su habitación?
—Yo bajo —dijo sentándose en la orilla de la cama. Pero cuando intentó ponerse de pie, el malestar volvió.
Marta tuvo que sentarse de nuevo.
—Mejor tráemela aquí.
—¿Le sucede algo? ¿Se siente mal? —preguntó la empleada mostrando preocupación por su patrona.
—Estoy embarazada.
La mujer abrió los ojos como platos al oírla.
—¿Embarazada?
—Sí, pero no es mi hijo. —aclaró llenando de más dudas a la fiel empleada.— Luego te cuento la historia. Por ahora tráeme algo de comer.
—Como usted diga —la mujer se giró para salir y luego se volteó a verla— ¿Debo felicitarla? —preguntó confundida.
—No, María, no tienes que felicitarme. No es mío, es de mi única amiga, Laura.
La mujer sonr