Los aplausos en la sala de juntas habían sido cortos, protocolares. Sofía recibió su
nombramiento oficial como directora de expansión regional con una firmeza inquebrantable.
Sin embargo, mientras el resto del consejo abandonaba la sala, algo en su pecho palpitaba
distinto, como una sospecha sin nombre.
Esa misma tarde, Sofía se encerró en su oficina. Releyó contratos, revisitó correos, y fue en
un memo menor —uno relacionado con una fundación en Chile— que encontró el primer
hilo suelto. El fondo que había contribuido de forma "externa" a su iniciativa tenía un vínculo
indirecto con Mendoza Capital, y ese apellido, hasta hace poco, no existía en ningún
informe. Ahora, aparecía en el membrete de una firma secundaria, ligada a una serie de
movimientos recientes.
Sofía cerró la carpeta lentamente. El apellido Mendoza no le decía mucho, pero sí le decía
algo la coincidencia: Bianca había regresado con una paz artificial, una sonrisa demasiado
ensayada, y un tono que