La bodega de operaciones estaba en silencio. Alexander había salido a coordinar vigilancia, y los hombres de confianza patrullaban las calles cercanas. Dante se quedó solo con el relicario y la foto. No podía dejar de mirar la imagen de Elena y Alma. La ternura en su expresión, la fragilidad del momento… y la amenaza que la envolvía.
La nota aún temblaba en sus dedos.
“Hermosa familia. Sería una lástima perderla.”
Ese no era el estilo de Vittorio. Él mataba rápido o manipulaba desde las sombras, pero no se rebajaba a juegos de palabras. Esto era más personal. Más sucio.
Dante apretó los dientes.
Y entonces, entró Alexander.
—Lo encontré.
—¿A quién?
—Al hombre de la foto que captaron rondando la casa. Su nombre es Silvano Caravaggio.
El mundo pareció detenerse.
—¿Qué dijiste?
Alexander lo miró con pesar.
—Es hermano de tu padre. Fue dado por muerto hace veinte años, pero reapareció hace unos meses en Colombia, reconstruyendo parte del viejo negocio. Es más cruel que Vittorio… y más int