Alina
. No hay odio. Más bien… un hambre. Un vacío extraño en mi pecho, una pulsación oscura en mis venas que solo espera ser alimentada.
No puedo negarlo. Este poder dentro de mí… me llama. Reclama a Ezra.
Cierro los ojos, la respiración entrecortada.
— Pareces perturbada.
Me sobresalto violentamente.
Una silueta se recorta en la entrada de la caverna. Ojos dorados brillan en la sombra, una sonrisa perezosa dibujándose en labios carnosos.
Damon.
El lobo negro avanza lentamente, su cuerpo ágil y musculoso iluminado por el tenue brillo de la luna. Lleva una camisa oscura abierta en su pecho, dejando entrever cicatrices finas que recorren su piel. Su cabello negro cae en mechones desordenados alrededor de su rostro.
Me incorporo de un movimiento brusco.
— ¿Qué haces aquí?
Damon se arrodilla frente a mí, su sonrisa depredadora sin desvanecerse. Extiende una mano hacia mi mejilla, y me tenso.
— Te vi. Con Ezra.
Empujo su mano violentamente.
— ¿Y qué?
Su sonrisa se ensancha.
— Entonces,