Alina
Su voz es ronca, al borde del rugido. Retrocede ligeramente, y su mirada oscura se clava en la mía. Las luces rojas que bailan en sus iris aún no han desaparecido. La rabia que siente hacia Damon es palpable en el aire.
— No tenía que tocarte.
Levanto una mano hacia su rostro, mis dedos rozando su mandíbula tensa.
— Lo sé.
Cierra los ojos un segundo bajo mi toque, luego su mano desliza a lo largo de mi mejilla, acariciando mi piel con una suavidad que contrasta con la violencia que acaba de desatar.
— No dejaré que nadie se acerque a ti así.
— Ezra...
Sé lo que siente. Esa posesividad brutal, esa necesidad de reclamarme como suya. Una parte de mí arde de deseo de ceder, de abandonarme completamente a él. Pero otra parte... la que Damon ha despertado, resiste.
Me aparto ligeramente, con la respiración entrecortada.
— No puedes poseerme, Ezra.
Un destello peligroso atraviesa sus ojos. Avanza un paso, su cuerpo rozando el mío.
— Ya eres mía, Alina. Lo sabes.
— No.
Aprieta la mandíb