El silencio reina en la caverna, solo interrumpido por el martilleo regular de mi corazón contra mi pecho. El eco de la pelea con Ezra resuena aún en mis músculos adoloridos. La magia en mí palpita débilmente, como una brasa que se niega a apagarse.
Permanezco sentada contra la pared fría, con la respiración entrecortada y las piernas temblorosas. La tensión en el aire es aún palpable, impregnada de esa energía oscura que Ezra ha despertado en mí. Mis palmas están marcadas por ligeras trazas oscuras, vestigios del poder que he liberado.
Ezra me ha dejado aquí, después de empujarme al límite. Ha despertado algo en mí, algo que no puedo controlar, pero que ya no puedo ignorar.
Cierro los ojos. La imagen de su mirada intensa, de su sonrisa oscura y de la presión de sus manos sobre mi piel aún me persigue. No es solo la pelea lo que me ha perturbado. Es la forma en que me mira. Como si ya me perteneciera.
— ¿Vas a quedarte ahí toda la noche?
La voz grave y rasposa de Ezra rompe el silencio.
Abro los ojos y lo veo apoyado en la entrada de la caverna, con los brazos cruzados, la sombra de la luna dibujando el contorno perfecto de su cuerpo. Con el torso desnudo, una cortada fina atraviesa su flanco izquierdo, pero no parece preocuparse por ello.
— Estoy recuperando el aliento, digo con tono seco.
Ezra avanza lentamente, el sonido de sus pasos resonando contra la piedra cruda. Sus ojos brillan con un destello rojo en la penumbra.
— Has hecho bien, Alina. Pero esto es solo el comienzo.
Me incorporo, el cuerpo aún entumecido.
— Este poder… es incontrolable.
Ezra sacude la cabeza. Se acerca hasta que su cuerpo roza el mío, su calor irradiando en el aire fresco de la caverna.
— Este poder eres tú. Solo depende de ti dominarlo.
Lo miro fijamente, con la garganta apretada. Su mano se levanta y se posa suavemente sobre mi mejilla. Su pulgar roza mi pómulo, trazando una línea de fuego bajo mi piel.
— No quiero convertirme en como tú, susurro.
Ezra sonríe, una sonrisa lenta y peligrosa.
— Oh, pero ya eres como yo. Lo sientes, ¿verdad? Ese escalofrío en tu sangre cuando liberas tu magia. Esa oscuridad que palpita en tus venas.
Me estremezco bajo el contacto de su mano.
— Eres peligrosa, Alina. Como yo. Simplemente aún no has aceptado esta verdad.
— No…
Se inclina, su aliento caliente rozando mis labios.
— Sí.
Siento su olor oscuro y embriagador envolviéndome. Su cuerpo está tan cerca del mío que siento la tensión de sus músculos bajo su piel. Es una amenaza constante, una tentación insoportable.
Cierro los ojos, incapaz de resistir esta atracción que me atrae hacia él.
— ¿Sientes eso? murmura.
Su mano desliza de mi mejilla a mi nuca, y una ola de calor explota en mi vientre. Mi respiración se acelera.
— Ezra…
Su mano se aprieta ligeramente alrededor de mi garganta, sin brutalidad, pero con una autoridad indiscutible. Mi corazón se acelera.
— Déjate llevar, susurra. Libérate.
Siento la magia despertarse en mí, incontrolable, ardiente. Una ola oscura palpita en mi cuerpo. Mi mente grita que debo alejarme, pero mi cuerpo se tensa hacia él.
Ezra baja la cabeza, su frente tocando la mía. Su mano desliza a lo largo de mi columna vertebral.
— Déjame ayudarte.
— No…
Abro los ojos.
La luz de la luna atraviesa la caverna, proyectando un halo plateado a nuestro alrededor. Las pupilas de Ezra brillan con un destello rojo ardiente.
Siento una descarga eléctrica cuando su mano se desliza debajo de mi camisa, rozando mi piel desnuda. Una ola de magia oscura explota dentro de mí.
— ¡Ezra!
Él me empuja violentamente contra la pared. Mi espalda golpea la piedra con un ruido sordo. Ezra está sobre mí en un instante, sus manos atrapando mis muñecas a cada lado de mi cabeza.
— Deja de resistirte.
— ¿Quieres poseerme? escupo.
Ezra sonríe.
— No. Quiero que finalmente te pertenezcas.
Libera mis muñecas, pero su mirada sigue fijada en la mía.
Siento la magia agitarse dentro de mí, vibrante, amenazante. Una parte de mí quiere dejarse llevar. Pero otra aún resiste.
Ezra se aleja unos pasos, su mirada oscura fija en mí.
— Cuando estés lista para dejar de luchar contra ti misma… entonces entenderás.
Desaparece en la sombra de la caverna, dejándome sin aliento, temblando, con el cuerpo en llamas.
Me deslizo por la pared, con la frente apoyada en mis rodillas.
Este poder en mí… este deseo por Ezra…
Están ligados. Y estoy a punto de hundirme en ambos.
El viento sopla fuerte afuera de la caverna, levantando ráfagas de hojas muertas y tierra fría.
Sentada en el suelo, con la espalda contra la pared rocosa, siento el frío penetrar en mi piel a través de mis ropas rasgadas. Mi corazón aún golpea en mi pecho, eco doloroso del poder que Ezra ha despertado en mí.Él se ha ido desde hace una hora, quizás dos. Pero su olor aún impregna el aire, mezcla de sangre y ceniza, de esa esencia oscura que le pertenece.
Mi cuerpo tiembla al recordar. No hay miedo.
Alina . No hay odio. Más bien… un hambre. Un vacío extraño en mi pecho, una pulsación oscura en mis venas que solo espera ser alimentada.No puedo negarlo. Este poder dentro de mí… me llama. Reclama a Ezra.Cierro los ojos, la respiración entrecortada.— Pareces perturbada.Me sobresalto violentamente.Una silueta se recorta en la entrada de la caverna. Ojos dorados brillan en la sombra, una sonrisa perezosa dibujándose en labios carnosos.Damon.El lobo negro avanza lentamente, su cuerpo ágil y musculoso iluminado por el tenue brillo de la luna. Lleva una camisa oscura abierta en su pecho, dejando entrever cicatrices finas que recorren su piel. Su cabello negro cae en mechones desordenados alrededor de su rostro.Me incorporo de un movimiento brusco.— ¿Qué haces aquí?Damon se arrodilla frente a mí, su sonrisa depredadora sin desvanecerse. Extiende una mano hacia mi mejilla, y me tenso.— Te vi. Con Ezra.Empujo su mano violentamente.— ¿Y qué?Su sonrisa se ensancha.— Entonces,
AlinaSu voz es ronca, al borde del rugido. Retrocede ligeramente, y su mirada oscura se clava en la mía. Las luces rojas que bailan en sus iris aún no han desaparecido. La rabia que siente hacia Damon es palpable en el aire.— No tenía que tocarte.Levanto una mano hacia su rostro, mis dedos rozando su mandíbula tensa.— Lo sé.Cierra los ojos un segundo bajo mi toque, luego su mano desliza a lo largo de mi mejilla, acariciando mi piel con una suavidad que contrasta con la violencia que acaba de desatar.— No dejaré que nadie se acerque a ti así.— Ezra...Sé lo que siente. Esa posesividad brutal, esa necesidad de reclamarme como suya. Una parte de mí arde de deseo de ceder, de abandonarme completamente a él. Pero otra parte... la que Damon ha despertado, resiste.Me aparto ligeramente, con la respiración entrecortada.— No puedes poseerme, Ezra.Un destello peligroso atraviesa sus ojos. Avanza un paso, su cuerpo rozando el mío.— Ya eres mía, Alina. Lo sabes.— No.Aprieta la mandíb
Ezra La noche es pesada, cargada del olor de la sangre y del sudor. Corro por el bosque, mis sentidos alerta, rastreando la presencia de Damon. Su olor aún impregna el aire, una fragancia oscura y embriagadora mezclada con metal y rabia. Mis músculos arden con el esfuerzo, pero no tengo intención de reducir la velocidad. Se atrevió a tocarla. Se atrevió a provocarme ante mis ojos. La simple idea de sus manos rozando la piel de Alina despierta una rabia animal en mí. Me muevo en la sombra, mis pasos silenciosos sobre la alfombra de hojas muertas. El bosque está oscuro, solo perturbado por el susurro del viento entre los árboles y el grito lejano de un ave nocturna. Oigo el latido sordo de su corazón en algún lugar delante de mí. Damon está cerca. Un crujido de rama. Una respiración contenida. — ¿Vas a quedarte escondido mucho tiempo, Damon? Una risa sorda resuena en el silencio. Una silueta emerge lentamente de la oscuridad. Damon se apoya despreocupadamente contra un árbol
AlinaEl silencio de la caverna es opresivo. El fuego crepita suavemente, proyectando sombras titilantes en las paredes de piedra. Estoy sola, con los brazos enrollados alrededor de mis rodillas, el corazón latiendo a un ritmo irregular.Ezra se ha ido. Lo vi desaparecer en el bosque, su mirada oscura y decidida grabada en mi memoria. Va a rastrearlo. Va a enfrentarse a Damon. Pero esta vez, siento que algo ha cambiado. La ira de Ezra es diferente —más salvaje, más cruda.Me estremezco al pasar una mano por mi cabello empapado de sudor. Las palabras de Damon resuenan aún en mi mente: "Este fuego en ti… no proviene de él. Es tuyo."¿Qué significa eso?Cierro los ojos, tratando de calmar el tormento que agita mis pensamientos. Desde que Damon me tocó, he sentido que algo se despierta en mí. Un calor oscuro, hipnótico, que no me pertenece del todo… o quizás sí.Un susurro en la entrada de la caverna me hace saltar. Me levanto bruscamente, con la respiración entrecortada. Una figura apare
AlinaPermanezco de rodillas, con la respiración entrecortada. Damon se arrodilla frente a mí, sus manos tomando mi rostro entre sus palmas.— Alina… mírame.Levanto lentamente la vista.— ¿Qué me está pasando?— Lo descubriré. Te lo prometo.Me besa suavemente en la frente, su aliento cálido contra mi piel.— Te protegeré, Alina. No importa el precio.Me dejo ir contra él, mis fuerzas abandonándome lentamente. Damon me levanta en sus brazos y me atrae hacia él, su corazón latiendo fuerte bajo mi mejilla.— Estoy aquí, murmura. No te dejaré hundirte.DamonCon la respiración entrecortada, contemplo la frágil silueta de Alina, acurrucada contra mi pecho. Su rostro es pálido, sus ojos entrecerrados, y siento su aliento errático contra mi piel. La luz temblorosa del fuego revela el sudor perlado en su frente y el temblor de sus manos.Paso una mano por su cabello, abrazándola más fuerte contra mí. Mi corazón late violentamente en mi pecho, incapaz de calmarse después de lo que acaba de s
DamonMe falta el aliento mientras abrazo a Alina. Su cuerpo está frío, demasiado frío.Su respiración es débil, entrecortada. Sus labios están azulados. La llevo hasta la cama rudimentaria en la cabaña abandonada, mis músculos temblando por el esfuerzo. Sus ojos están entrecerrados, pero siento su mirada seguirme.— Alina, quédate conmigo, ¿de acuerdo? —murmuro mientras paso una mano temblorosa por su cabello húmedo.No responde. Un escalofrío la recorre, y su cuerpo se arquea levemente, como si una fuerza invisible intentara romperla desde adentro.Me inclino sobre ella, mi corazón latiendo furiosamente contra mi pecho.— ¡Alina! ¡Alina, abre los ojos!Sus párpados parpadean lentamente. Luego sus ojos se abren —pero ya no son los mismos. Las iris son negras como una noche sin luna, atravesadas por un destello metálico plateado.— Damon…Su voz es débil, quebrada. Extiendo una mano hacia su rostro, pero una onda helada recorre mi cuerpo tan pronto como mi piel roza la suya.— ¿Qué… q
Damon El silencio de la noche pesa como un sudario. Alina está en mis brazos, su respiración errática contra mi pecho. Cada inspiración es dolorosa, cada latido de su corazón resuena como una campana en mi cabeza. La deposito suavemente sobre la cama improvisada en la cabaña, mis dedos rozando la curva frágil de su rostro. Su tez es lívida, sombras violáceas marcan la piel bajo sus ojos. — Alina… quédate conmigo. Sus párpados parpadean débilmente. Una lágrima resbala por su mejilla. Ella murmura algo inaudible, su voz apagada por el cansancio y el dolor. Me inclino, mi frente tocando la suya. — ¿Qué dijiste? — Lo siento… Sus labios tiemblan. Paso una mano por su cabello, el corazón al borde de la explosión. — No es tu culpa. No tienes la culpa de nada. — Sí… Su aliento es entrecortado. Está dentro de mí ahora. Cierro los ojos. Ezra. Ese bastardo. Se ha insinuado en ella, como una sombra venenosa que la roe desde adentro. Si no hago nada, la poseerá por completo.
DamonLa mañana es oscura, el cielo cargado de nubes gruesas. El aire es pesado, saturado con la tensión de la noche anterior. La cabaña está sumida en un silencio opresivo, solo perturbado por la respiración corta de Alina contra mi pecho.Ella duerme, pero su rostro está tenso, como si su mente aún estuviera encadenada a lo que Ezra le hizo. Mi brazo está alrededor de su cintura, mis dedos acariciando inconscientemente la curva de su espalda. Su piel está fría, demasiado fría.Cierro los ojos, mi mandíbula se tensa bajo la rabia impotente que me consume. Ezra. Ese bastardo se atrevió a marcarla, a atarla a él. Y ahora, ni siquiera puedo matarlo sin arriesgarme a perderla también a ella.— ¿Estás despierto?La voz de Alina es débil, apenas un susurro. Bajo la mirada y encuentro su mirada. Sus pupilas están dilatadas, una luz oscura en el fondo de sus iris dorados.— Sí, murmuro acariciando su cabello. ¿Cómo te sientes?Ella esboza una débil sonrisa.— Como si una sombra me rozara baj