Alina
La magia palpita aún en el aire, pesada y pegajosa. Damon y Elias siguen arrodillados uno frente al otro, con los puños apretados contra el suelo, mientras el resto de la energía del ritual se evapora lentamente en la atmósfera. El silencio que reina es casi irreal después de la explosión de poder que acaba de atravesar el claro.
Damon levanta lentamente la cabeza, su mirada dorada crepitando con destellos rojos. Un escalofrío recorre mi espalda al verlo así. La sangre de Elias fluye ahora por sus venas, así como la de Damon circula en el cuerpo de Elias. Están unidos por una magia antigua e implacable, una alianza sellada por la sangre.
— ¿Estás bien? murmuro, arrodillándome a su lado.
Él toma una profunda inspiración, su mano temblorosa cerrándose sobre mi muñeca. Su mirada se pierde un instante en el vacío antes de regresar hacia mí.
— Estoy bien, susurra.
Elias se incorpora lentamente, secándose la sangre en la comisura de los labios con un gesto lento y controla