En Nemeris, el peligro siempre acecha en las sombras. Desde que tengo memoria, nuestra aldea ha guardado un secreto: habilidades extraordinarias que nos hacen diferentes, únicos... y cazados. A lo largo de generaciones, hemos aprendido a esconder nuestras capacidades, a engañar a los forasteros y a desviar su atención, haciéndoles creer que lo que han visto no es más que un truco de su imaginación. Pero siempre estuvieron cerca de la verdad. Nos escondemos por una razón: una sociedad secreta existe con un solo propósito: cazarnos. Nos quieren vivos, no como personas, sino como conejillos de Indias para experimentar con nuestros poderes, deseosos de descubrir el modo de adueñarse de ellos. No sabemos exactamente para qué, pero sabemos que no puede ser para algo bueno. Todo era tranquilo, hasta hace unas semanas. Ellos llegaron, y Nemeris se sumió en el caos. Ahora, el equilibrio está roto, y el mal se acerca.
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Profecía del Infante del Etér
En el año en que las estrellas se alineen y la luna brille con un halo dorado,Nacerá un niño, o una niña, de poder sin igual,El Infante del Éter, portador de la luz y la sombra,Capaz de manipular los cuatro elementos, y el tiempo dominar. Del aire, su aliento nacerá,Del fuego, su espíritu arderá,De la tierra, su fuerza se levantará,Y del agua, su corazón fluirá. Mas, en su mirada, el flujo del tiempo danzará,Capaz de detener el amanecer, o de apresurar el ocaso,Un ser de destino incierto,Un guardián o un destructor, dependiendo de su camino elegido. Los sabios del Éter han hablado,Los cielos y la tierra lo han proclamado,El Infante del Éter será tanto esperanza como temor,Y su llegada marcará el inicio de una nueva era,Donde el equilibrio del mundo penderá de un hilo.2 meses antes.
Al llegar a casa, con el cuerpo cansado pero el corazón ligero por haber finalizado un día más con vida, encontré a mi hermana mayor esperándome en la sala. América tenía el ceño fruncido, como lo había tenido en estos últimos días. Esta expresión de preocupación constante era comprensible: nos habíamos percatado de algo aterrador y que podría ser definitivo para los habitantes de Nemeris.
No es un secreto en la aldea que poseemos dones a los que muchos temen; es una herencia de nuestros dioses. Algunos lo llaman bendición; otros, maldición. Yo siempre lo vi como un pacto ancestral entre la naturaleza y los nemerianos. Lo habíamos aceptado y aprendido a vivir con ellos, sin embargo, las cosas nunca eran tan fáciles.
Aquellos que cargaban con el peso de un poder que les costaba controlar, quienes rechazaban sus dones solían tener una vida caótica, las consecuencias eran terribles: envejecían más rápido, causaban estragos en la ciudad cuando su poder reprimido se liberaba sin medida alguna. El final de esos nemerianos casi siempre era doloroso, consumidos por el poder que negaron o que no supieron como hacerlo suyo.
Desde niños, nacemos con estas habilidades, aunque se manifiestan de diferentes maneras en cada persona. La madre tierra nos regalo el poder de usar las elementos y estos están intrínsecamente ligados a nuestras emociones. Un elemental de fuego, en un arrebato de ira, podría incendiar una casa; un elemental de agua, atrapado en la tristeza, podría ahogarse en su propio poder. Por eso, se nos enseña a mantener un equilibrio emocional constante, siempre serenos y en control.
Todos los que nacemos con el don somos entrenado desde los 8 años y debemos estar en la academia hasta los 18. La mayoría solo controla uno o dos elementos, como mis primas gemelas, Sarah y Saray, que manejan la tierra y el aire. Algo inusual entre nosotros, pero no tanto como lo mío.
Mi nombre es Tara Arquitanes y soy diferente a todos los demás de mi clan y los demás clanes . Mis poderes se desarrollaron antes de tiempo. A los tres años ya podía controlar la tierra, o al menos eso me contaron mis padres, porque mis recuerdos son vagos. Pronto descubrimos que también podía manipular el agua. A medida que crecía, mis habilidades se intensificaron, quedó claro que no solo podía controlar todos los elementos, sino también algo más: el tiempo.
Entre los habitantes de Nemeris hubo una antigua profecía: El infante del Éter la llamaban, en la cuál se hablaba del nacimiento de un niño que no solo dominaría los cuatro elementos, sino que también podría manipular el tiempo a su antojo. Cuando mis poderes se manifestaron plenamente, fue como si la tierra misma gritara. Hubo temblores, los mares se agitaron, los vientos se desataron en furia. Fue un caos absoluto, pero los antiguos regentes celebraron, sintieron paz, el designio era real y por fin terminaríamos con el asedio constantes de las personas interesadas en nuestro poder.
Mis hermanas mayores todavía tienen pesadillas de todo lo que vivieron. La ciudad en llamas, heridos por todas partes, los caídos en combate apiñados al lado del rio.
La guerra marcó un antes y un después para los Nemerianos. A pesar de nuestras habilidades, nos enfrentamos a enemigos armados con tecnología y tácticas que nunca habíamos imaginado. Fue una lucha brutal, debilitándonos hasta el límite. Pero resistimos y, finalmente, vencimos, dándonos cuenta de lo vulnerables que éramos ante una amenaza externa. Desde entonces, los aldeanos esperaban que la profecía se cumpliera, que el "Quinto Elemental" liderara una nueva era de protección y fortaleza. Pero yo era solo una niña entonces, y mi entrenamiento ni siquiera había iniciado. Los ancianos juraron no volver a pasar por esto, el cambio fue drástico.
Desde la guerra, los entrenamientos se volvieron más rigurosos. Aquellos que no desarrollaban dones eran enviados a las escuelas humanas, lo que nos ayudaba a mantener un bajo perfil. Los jóvenes aprendían artes marciales, estrategias militares, se convertían en médicos, todo para proteger la aldea. Yo también quise contribuir más allá de mis poderes, así que decidí estudiar antropología, al igual que muchos miembros de mi extensa familia asistieron a la universidad. Los Arquitanes siempre han sido una parte primordial de la aldea.
A pesar de todos nuestros avances, seguimos enfrentando un problema sin solución. Cada dos o tres años, nuestras habilidades desaparecen como si nunca hubieran existido. Nadie sabe por qué, ni cómo detenerlo. Es como si una sombra oscura nos arropara, dejando nos vulnerables y con el miedo de no volver a recuperarlos.
Por eso, cuando llegué a casa y vi la expresión sombría de América, supe que algo estaba mal.
—¿Ha cambiado algo, Moc? —pregunté a mi hermana.
—No, Tara, eso es lo que más me preocupa. No es la primera vez que pasa, pero esta vez ha durado más de lo normal. Algo maligno se está acercando, la tierra me lo dice, y no soy la única que lo ha sentido.
—Lo sé, hoy he sentido una inquietud extraña. El aire se siente pesado, incluso en la universidad comentaron que el día parecía diferente.
—Marcos estuvo hablando con los ancianos, buscando orientación. Estamos todos en la aldea al borde de un ataque de nervios —dijo América.
—¿Y qué le dijeron? —pregunté ansiosa.
—Absolutamente nada —respondió Marcos, bajando las escaleras—. Están tan desconcertados como nosotros. —Marcos, mi sobrino mayor, es el encargado de la casa desde que mi cuñado murió en la guerra de Nemeris.
—¿Y qué piensa el viejo Malaquías? —preguntó América, con preocupación en su mirada.
—Bueno —respondió Marcos pensativo—, él cree que alguien ha creado algún tipo de máquina con magia, hechizos y marcas.
Malaquías, uno de los ancianos brujos de la aldea y líder máximo de los antiguos regentes, mentor y muchas veces amigo, otras veces, un viejo cascarrabias al que todos le tenemos mucho respeto y cariño.
Podría ser cierto —dije dentro de mi cabeza— ya habíamos pasado por esto, aunque está vez era diferente, habían pasado más días de lo acostumbrado y todo se sentía a punto de explotar, aunque no quisiera, en algún momento tendría que ir a hablar con Tobías, él podría aclararme algunas dudas. Mientras salía de mi ensimismamiento pude escuchar la voz de América más animada, parecía aliviada de tener algunas respuestas. Así que continuamos con la conversación.
—Si Malaquías lo dice, no está del todo desencaminado. Él no diría algo así si no estuviera seguro —dijo América, aunque su expresión reflejaba dudas.
—¿Una máquina, mamá? Yo apostaría por un hechizo complicado y mucha magia negra. Además, ¿Cómo sabría algo el viejo brujo si nunca sale de la aldea? —refutó Marcos.
—Es cierto que él no sale, pero tiene a su pupilo, el chico Laulel, eterno enamorado de nuestra Tara, que es muy perspicaz y podría haber descubierto algo —dijo América con una sonrisa maliciosa.
Marcos no pudo evitar reírse, cubriéndose la boca con la mano. Yo lancé una mirada fulminante a mi hermana, deseando poder lanzar rayos por los ojos.
—No es mi enamorado —protesté, molesta—. Solo está ahí cada vez que voy a hablar con Malaquías.
—¿Y por qué razón estaría Laulel ahí cada vez que vas, si no es porque está enamorado de ti? —preguntó Marcos con una sonrisa burlona.
—Porque es su pupilo, obviamente. Es normal que esté siempre allí —repliqué, aún queriendo matarlos.
—Bueno, espero que lo de la máquina no sea cierto, por el bien de todos —dijo Marcos, dirigiéndose hacia la puerta—. Me voy a casa de la tía María. Saldré al campo con los chicos. ¡Adiós, mamá!
América y yo nos quedamos en silencio por un momento, reflexionando sobre la información recibida. No parecía tener sentido. Ella estaba esperanzada, hace mucho tiempo que buscábamos una solución a este problema, sin embargo, algo no quedaba claro.
Sí lo que Malaquías decía era cierto, entonces teníamos a un traicionero de Nemeris y lo peor de todo es que solo podía ser uno de los antiguos regentes.
Estábamos en problemas, en serios problemas.
ara pasó la yema de los dedos sobre la pared del santuario, sintiendo la rugosidad de la piedra fría bajo su tacto. A pesar del polvo acumulado por los años, las inscripciones aún eran legibles, talladas con una precisión inquietante. Tobías se mantuvo a su lado, en silencio, analizando cada símbolo con el ceño fruncido.—¿Entiendes algo? —preguntó ella en voz baja.—Algunas palabras me resultan familiares —respondió él, sin apartar la vista de los grabados—, pero el significado completo… aún se me escapa.El aire dentro del santuario se sentía más denso, como si la atmósfera misma estuviera cargada de un peso invisible. Tara intentó ignorar la sensación de opresión que se aferraba a su pecho, pero su instinto le gritaba que debían tener cuidado.—No me gusta esto —murmuró Lysanne, abrazándose a sí misma—. Algo nos está observando.El silencio que siguió a sus palabras fue más aterrador que cualquier sonido.De repente, una ráfaga de viento recorrió el pasillo, apagando algunas antorc
La niebla se disipaba lentamente mientras el grupo se detenía ante las ruinas. Ante ellos se erigía un santuario olvidado por el tiempo, cubierto de musgo y enredaderas. Las columnas que alguna vez debieron sostener un techo majestuoso ahora estaban quebradas, como si el propio cielo se hubiera desplomado sobre él. —¿Esto es todo? —preguntó Lysanne con una mezcla de incredulidad y decepción en su voz. Marcos caminó hacia el centro del lugar, estudiando los símbolos antiguos tallados en las piedras. Tara, por su parte, no podía evitar sentir una extraña energía en el aire, como si las ruinas estuvieran cargadas de un poder que todavía latía bajo la superficie. —Este santuario no es lo que parece —dijo Tobías mientras se acercaba, sus ojos recorriendo cada detalle—. Está escondiendo algo. Tara se agachó junto a una de las piedras, tocando su superficie rugosa. Casi de inmediato, una corriente de energía recorrió su cuerpo, haciéndola retroceder instintivamente. —Aquí hay magia —susu
La luz del amanecer apenas había comenzado a iluminar el horizonte cuando el grupo se puso en marcha nuevamente. El peligro de los exploradores desconocidos seguía acechando, pero Tara y Tobías, al igual que el resto, se mantenían alerta, sintiendo que cada paso los acercaba más a una confrontación inminente. La tensión entre ellos, sin embargo, no era solo por el peligro. Había algo más, algo que no podían ignorar, una tensión emocional que había crecido entre los silencios compartidos y las miradas que se cruzaban sin ser intencionadas. El camino hacia las montañas era rocoso y empinado, pero Marcos lideraba el grupo con determinación, revisando cada piedra, cada sombra que pareciera fuera de lugar. No podía permitir que los atraparan desprevenidos. Mientras avanzaban, Tara sentía el peso de las miradas de sus compañeros, como si todos, de alguna manera, estuvieran conscientes del cambio sutil en la dinámica entre ella y Tobías. La noche anterior había marcado un antes y un despu
La madrugada envolvía el campamento improvisado con un manto frío y nebuloso. El grupo se había refugiado en una cueva que Marcos había encontrado en el borde de un acantilado. Aunque estaban fuera del alcance de sus enemigos inmediatos, el peligro acechaba en cada rincón.Tara no podía dormir. Su mente giraba en espiral, repasando cada detalle del ataque, los gritos de las gemelas, las miradas de desesperación en los rostros de su familia. Aunque habían sobrevivido, la sensación de incertidumbre la mantenía en constante alerta. Caminó hacia la entrada de la cueva, buscando la frescura del aire y un momento de tranquilidad.Allí estaba Tobías, de pie, observando la oscuridad con la misma intensidad con la que siempre analizaba las situaciones. No dijo nada cuando Tara se acercó. Solo se mantuvo firme, como si su presencia fuera natural, casi necesaria en ese espacio compartido.—¿Algún movimiento? —preguntó Tara en voz baja, rompiendo el silencio.Tobías negó con la cabeza, sin apartar
El monstruo que emergió de las sombras no era como nada que hubieran visto antes. Su piel era de un gris oscuro, gruesa y surcada de cicatrices, con ojos de un rojo profundo que brillaban con una malicia casi animal. Caminaba erguido, sobre dos patas enormes, y su aliento parecía vibrar con una energía oscura, una que Tara reconoció de inmediato.—Es un demonio del éter —murmuró Marcos, apretando su espada con ambas manos, sin apartar la vista de la criatura.—Uno antiguo —agregó Saray, sus palabras llenas de terror mal disimulado mientras retrocedía un paso.Tara sintió el peso de la desesperación caer sobre ellos. Si un demonio del éter estaba involucrado, las cosas se habían puesto mucho más complicadas de lo que imaginaban. La desaparición del abuelo ya era suficientemente inquietante, pero ahora se enfrentaban a fuerzas que no comprend&i
La travesía hacia el sur de Nemeris fue rápida y silenciosa. Montaron a caballo por los senderos ocultos entre los bosques, evitando cualquier contacto no deseado. A medida que avanzaban, la densa vegetación comenzó a abrirse, dejando paso a las vastas llanuras de los Enderlin. La brisa salada del mar cercano acariciaba sus rostros, pero no lograba calmar el creciente malestar que todos sentían.Tara iba en silencio, sus pensamientos entrelazados con la incertidumbre sobre el futuro. Los ataques recientes habían sido inesperados y, aunque el consejo de los clanes se mantenía cauteloso, ella sabía que la situación estaba fuera de control. Algo grande estaba por suceder, y no sería bueno para ninguno de ellos.—¿Por qué justo ahora? —Alina rompió el silencio, su voz baja pero cargada de preocupación—. Los ataques han sido demasiado precisos. Nos están mandando un mensaje.—No están atacando a ciegas —respondió Marcos, su mandíbula tensa mientras ajustaba las riend
Último capítulo