Damon
La sala de reuniones de la manada está sumida en una atmósfera pesada. Los guerreros están reunidos alrededor de la mesa de madera maciza, sus rostros tensos y sus hombros rígidos. La luz de las antorchas proyecta sombras en movimiento sobre las paredes de piedra, intensificando el peso del momento.
Lucien está sentado a mi derecha, con la mirada oscura. Alina está de pie cerca de la puerta, con los brazos cruzados, su expresión de mármol apenas oculta la tensión que endurece su cuerpo. Siento su agitación en cada fibra de mi ser, ese vínculo invisible que nos une vibra bajo mi piel.
— Ha atacado abiertamente, repite Lucien señalando la daga ensangrentada sobre la mesa. Quiere que respondamos.
— Y eso es exactamente lo que haremos, replico con voz helada.
Alina levanta la vista hacia mí, su mirada ardiente de una feroz determinación.
— Si Adrian piensa que puede asustarnos, se equivoca.
Aprieto los puños, mis garras rozando la superficie de la mesa.
— No busca miedo, Alina. Busc