Alina
La luna está alta en el cielo cuando abro los ojos. Damon está acostado a mi lado, su brazo musculoso en mi cintura. Su respiración es lenta y regular, pero siento la tensión que vibra bajo su piel. Incluso en su sueño, su cuerpo está en alerta.
Me incorporo suavemente, deslizándome fuera de la cama sin despertarlo. Mi cuerpo aún está caliente de nuestro abrazo, mis piernas ligeramente temblorosas. Sin embargo, no es el placer lo que me despierta en medio de la noche. Es esa sensación. Ese zumbido sordo en mis venas.
Me acerco a la ventana de la cabaña, apartando la cortina de terciopelo oscuro. Afuera, el bosque está bañado por la luz plateada de la luna. Las sombras de los árboles bailan en la suave brisa. Pero no es este paisaje lo que atrae mi atención.
Los siento.
Una presencia antigua, fría e implacable. Se desliza en la noche como una brisa helada. Mi corazón se aprieta mientras un escalofrío recorre mi columna vertebral.
— Están aquí.
— Sí.
La voz grave y