La tensión en el ambiente era tan densa que podía cortarse con un cuchillo. Eliana había intentado mantener todo en orden aquella mañana: se había despertado temprano, había alistado a Samuel, preparado café y ventilado la casa. Aún no podía creer que todo estuviera pasando tan rápido. José Manuel había prometido ocuparse de todo para hacer la prueba de ADN lo más pronto posible, y en menos de veinticuatro horas, ya tenía al experto en camino. Un amigo suyo de toda la vida, de total confianza, que además manejaba un laboratorio privado y discreto.
Cuando el timbre sonó, el corazón de Eliana dio un vuelco.
—Debe ser ella —dijo José Manuel, incorporándose con rapidez y caminando hacia la puerta.
—¿Qué pasó? —preguntó María José apenas cruzó la puerta de la casa de Eliana. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y ansiedad—. Me dijiste que era urgente.
Eliana no respondió de inmediato. Caminó hacia ella y le tomó las manos con fuerza, como si buscara aferrarse a algo que la anclara